El pequeño bar japonés para doce comensales con buena música y un menú que supera al sushi

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En la esquina del Mercado de Pulgas, en el límite entre Palermo y Chacarita, hay un pequeño restaurante -muy pequeño- que en su entrada tiene un sobrio cartel blanco. En un extremo del letrero hay un gran punto rojo y en tipografía japonesa dice Yakinilo.

Los yakitori (brochette de pollo a la parrila) son la estrella de la casa: hay 12 variedades.

Adentro, no hay mesas: sólo una barra con banquetas y lugar para 12 comensales. En una bandeja suena un vinilo de jazz. Afuera, la calle es tranquila, todavía de casas bajas. Quizá por poco tiempo. José Delgado, chef del restaurante thai y vietnamita Cang Tin, hizo dos viajes al Japón. Y al poco tiempo de regresar encontró este local.

Pensó que los planetas se alinearon y decidió montar este pequeño local al estilo izakaya, esos restaurantes informales donde van los japoneses después de sus jornadas de trabajo. El menú está basado en sushi y yakitori, una brochette de pollo al estilo japonés, con ingredientes locales e importados selectos. La unión de las palabras yakitori y vinilo dio origen al nombre del lugar.

El pequeño local se encuentra en la esquina del Mercado de Pulgas, en el límite entre Palermo y Chacarita.

“La idea surgió después de buscar y buscar nuevos emprendimientos con un par de amigos. Tomé el descubrimiento del local y mis viajes a Japón como una señal. Es el espacio ideal para armar uno de esos ‘sucuchitos’ de los que soy fan. La comida japonesa -una cocina muy noble- es algo poco explotado en Buenos Aires”, cuenta José Delgado, chef y uno de los socios de Yakinilo.

Para Delgado, los yakitoris son lo que más identifica a la propuesta. Dice que quieren convertirse en “especialistas” en la ciudad, aunque al sushi “lo cuidamos muy bien como un gran complemento”. “Creo que mi yakitori favorito es el Tsukune. Es una albóndiga de pollo, que hacemos con pata-muslo y usamos el cartílago; lleva tare (salsa dulce tradicional japonesa) y yema de huevo curada”, dice sobre una de sus creaciones. La carta tiene otros yakitoris con jenjibre, aceite de verdeo y shiso, que se la conoce como la “albahaca japonesa”. También hay sopa de miso elaborada de manera casera con trozos de pesca del día, ostras frescas de Bahía Blanca y una selección de sushi, elaborado con chernia, besugo, lisa y anchoa de banco.

El sushi es otro punto fuerte del menú, pero no el principal.

Sobre los ingredientes japoneses, Delgado cuenta que tiene “una colección importante de sakes”. “También traigo las pimientas japonesa sansho y otra sichuan, con un toque alimonado; lo mismo con las mayonesas y un par de aceites de allá, además de algunos picantes”, detalla.

A la noche, por sus dimensiones, Yakinilo sugiere que se realicen reservas en tres turnos. Los comensales son pocos y, en la noche, surge la conversación de una punta a otra de la mesa, algo que le fascina a Delgado. “La gente se integra y a mi me encanta. Se creó un ambiente lindo y agradable, en el que la gente se siente cómoda. La idea es que sea chiquito y la atención siempre personalizada. Por ahora no le encuentro nada malo al lugar reducido. Quizá sólo una cosa: si fuera más grande, podríamos facturar más”, se ríe.

Kaisen Donburi: bowl de arroz con pesca fresca y misoshiru.

La música está omnipresente en Yakinilo. No sólo en el nombre del restaurante, sino también en el pequeño salón, con la bandeja de vinilos sonando como protagonistas y no sólo como telón de fondo. “Cuando vengas, vas a escuchar mi colección personal de vinilos. Para mí la música es importante a la hora de comer porque crea un ambiente. Tengo una colección que se va agrandando con el tiempo. Quizá apunto más al jazz y al rhythm and blues, también hay rap y poco de rock; más rock del viejo, como Pink Floyd y The Doors”, dice sobre su selección musical.

Delgado cuenta que ve series sobre la escena gastronómica de Japón y que disfrutó mucho de sus viajes al país asiático. Y decidió, finalmente, abrir un restaurante inspirado en ese país. “Me fascinaron muchas cosas: el orden cívico, la forma de comportarse, la educación… En cuanto a la gastronomía, es algo muy sorprendente. ¡Es muy difícil encontrar algo malo! Donde sea que camines y te metas en un lugar, vas a encontrar un cuidado del producto muy alto, que hace que casi todo salga muy bien. Tienen estándares más elevados que los demás a la hora de cuidar la comida”, relata.

Dos versiones de yakitori.