El Mesías, de Händel, un glorioso cierre de temporada a cargo de la Gaechinger Cantorey

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Concierto cierre de la temporada 2024 del Mozarteum Argentino en el Teatro Colón. Gaechinger Cantorey. Coro y Orquesta de la Academia Internacional Bach de Stuttgart. Dirección: Hans-Christoph Rademann. Solistas: Verónica Cangemi (soprano), Marie-Henriette Reinhold (mezzosoprano), Benedikt Kristjánsson (tenor) y Tobias Berndt (bajo). Programa: Oratorio El Mesías de Georg Friedrich Händel. Nuestra opinión: excelente

Si hay obras musicales con las cuales el ser humano debería confrontar su inteligencia, sus sentidos y espiritualidad al menos una vez íntegramente a lo largo de su vida, El Mesías de Händel es una de ellas. Si la interpretación de esa obra maestra que narra el nacimiento, la muerte y resurrección de Jesucristo promete alcanzar sus cimas en la búsqueda de lo más auténtico, aquello que en música entra en la categoría de verdad histórica bajo el nombre de interpretación historicista o “históricamente informada”, el encuentro resultará una revelación.

Así fue presentado el lunes 4 de noviembre El Mesías de la Gaechinger Cantorey, Coro y Orquesta de la Internationale Bachakademie de Stuttgart dirigido por Hans-Christoph Rademann, en un magistral cierre de temporada del Mozarteum Argentino, ofreciendo una versión que, lejos de la megalomanía con que sucesivas ampliaciones en el coro y la orquesta fueron saturando el sonido original de este oratorio, se acercó a las fuentes de esta música coral, la más difundida del genio de Halle. Con una formación de solo veinte excelsos coreutas y el ensamble instrumental exacto para el que fue creada la partitura (sin la pesadez ni los agregados rimbombantes con que fue masificado su volumen a lo largo del tiempo), la dirección de Rademann —experta para este repertorio, plástica, vigorosa y preciosista—, puso la composición en su justa escala: una escala humana respecto del caudal sonoro para que, a partir de allí, emergieran las cualidades propias y naturales, la dimensión religiosa en la introspección y la pureza. ¿Y qué permitió valorar ese caudal austero? La transparencia en el entramado de las líneas instrumentales y vocales; la agilidad, frescura y reacción en los cambios de tempo; la elasticidad para los contrastes y las dinámicas finas; la gracia bucólica, por ejemplo, en un conjunto como la Sinfonía pastoral; el espacio para los tonos delicados, el detalle y la significación de la palabra.

El coro de la Academia Bach dio vida a la partitura en toda su grandeza

De las cuatro voces solistas despuntó el timbre cálido, dulce, homogéneo y atemporal con que la mezzosoprano alemana Marie Henriette Reinhold, oriunda de Leipzig, dotó a su parte de un color místico e inmaculado. La soprano mendocina Verónica Cangemi se apoyó en su convicción interpretativa para abordar su participación con una impronta más dramática que el resto. Impecable presencia vocal del bajo berlinés Tobias Berndt en especial en el recitativo de la resurrección No todos moriremos magistralmente acompañado por el dúo de los Rux-Brachtendorf en el aria de La trompeta sonará. Y diáfanas intervenciones del tenor islandés Benedikt Kristjánsson, ejecutando sus fragmentos con el inmutable sosiego que demanda el repertorio sacro (a diferencia del énfasis propiamente operístico). Una observación: la dificultad de la fonética relativamente incómoda de la lengua inglesa para el canto lírico que prefiere las colocaciones más abiertas, proyectadas y definidas.

Excelentes solos orquestales: el obligato de su concertino, la violinista japonesa Mayumi Hirasaki; las protagónicas entradas del órgano portable; la sonoridad suntuosa de maderas y cuerdas graves; la mesura del timbal; y las mencionadas trompetas aportando su pátina barroca.

Y la estrella: el coro. Protagonista absoluto de esta obra descomunal que interpela la existencia humana. Aquí el coro de la Academia Bach —compacto, fino y resistente— dio vida a la partitura en toda su grandeza. Veinte voces para estremecer a miles en el celestial pianissimo del que surgió, como del más allá, Por el hombre vino la muerte, también la resurrección; en el siempre esperado ¡Aleluya! con cierre majestuoso de la segunda parte; en la respuesta al aria del ángel ¿quién acusará a los elegidos de Dios? entre tantos pasajes memorables. Y “La gloria y el poder por los siglos de los siglos” y una pausa precisa que quita el aliento antes del “Amén” en que concluye la composición, las dos sílabas con que Georg-Friedrich Händel construye el movimiento final. Una palabra y una música gloriosa para elevar a los hombres en su fe.