El desarrollo y el futuro de la Tecnología de la Información en la Argentina

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En el presente, los avances en robótica, inteligencia artificial, aprendizaje automático, computación en la nube y una larga lista de nuevas tecnologías impulsan una creciente digitalización de la economía global. Abarcan cada vez más procesos que velozmente se virtualizan ofreciendo enormes ventajas; muchos de ellos provienen de un contexto predominantemente analógico.

El gran cambio tecnológico nos está impulsando a una nueva era de automatización de los sistemas que generan bienes y servicios, aumentando su productividad, la calidad y variedad con una velocidad inédita en la historia de la humanidad. El cambio se está acelerando mediante la economía del conocimiento y el uso innovador de nuevas tecnologías, que impactan y modifican el trabajo tanto en las profesiones de la tecnología como en la de las ciencias económicas.

Hoy podemos disponer de una inmensa capacidad y velocidad de procesamiento de datos en la nube con costos mínimos y ajustados a la demanda específica. Esto posibilita la adquisición, implementación y uso de nuevas herramientas de producción digital de manera rentable a muy baja escala y con alcance global. Esta capacidad tecnológica actual permite que los procesos tradicionalmente analógicos puedan migrar a un contexto totalmente digital con facilidad. A la vez surgen nuevos modelos de negocio que era imposible implementar en una economía analógica tradicional del pasado reciente.

La pandemia COVID-19 no hizo más que acelerar la transformación digital, impulsando el consumo a través de canales digitales. Al mismo tiempo, el teletrabajo se convirtió en un excelente aliado del cambio, pues rápidamente se eliminaron barreras culturales y prejuicios que demoraban el cambio dentro de las organizaciones. Así, la actitud tanto de empleados como de empleadores frente al trabajo remoto se tornó favorable, lo que ha permitido una mayor virtualización de los procesos que podían prescindir total o parcialmente de la presencia humana.

Una característica sorprendente de las máquinas actuales es que pueden igualar o bien superar el desempeño humano en una gran gama de actividades laborales, incluyendo las que requieren competencias intelectuales. Esta habilidad les permite realizar trabajos repetitivos, inclusive algunas tareas profesionales que requieren capacidad cognitiva. Pueden hacerlo con relativa facilidad mediante algoritmos entrenados en ciertas tareas de bajo valor agregado, pero que insumen mucho tiempo de las personas.

No subirse a la ola del desarrollo digital, hacerlo tarde, o sin un plan de largo plazo, puede implicar quedar fuera de carrera rápidamente

Las máquinas equipadas con algoritmos, inteligencia artificial y aprendizaje automático serán un gran complemento de nuestro trabajo diario para liberarnos de innumerables tareas repetitivas y tediosas que agregan poco valor a nuestra actividad principal. Es muy probable que los profesionales en Ciencias Económicas debamos entender cómo implementar dicha tecnología en nuestro trabajo para no cometer errores en su implementación. Seguramente podremos delegar algunas decisiones en las máquinas una vez configuradas y entrenadas, pero la responsabilidad final de sus actos seguirá siendo de nosotros, las personas.

En la actualidad, la velocidad del cambio, la capacidad de procesamiento de datos y el avance exponencial de la tecnología digital y de las comunicaciones son aprovechados significativamente mejor en algunas sociedades más que en otras; logran innovar mediante estas nuevas tecnologías convirtiéndose en actores principales del vertiginoso cambio de la presente revolución industrial. A través de los diferentes sectores industriales de la economía digital global, estas sociedades son fácilmente reconocibles; cada vez son más y están tomando provecho de ella sin perder tiempo.

La pregunta que seguramente surge es si estamos realmente cerca de una transformación digital generalizada que pueda afectar de manera drástica a nuestras profesiones y si llegará pronto a nuestro país. Para facilitar la respuesta a estas preguntas y poner en perspectiva el problema, es conveniente mencionar el impulso global que generan las grandes economías del sector tecnológico.

Silicon Valley se ha convertido en un factor de cambio global relevante. Si fuera un país, su PBI per cápita sería mayor que el del mismo Estados Unidos o bien de varios países europeos juntos. Una economía de esa magnitud no ha sido fruto de la casualidad, pues se produjeron varios factores en simultáneo.

Desde 1950, la Universidad de Standford aportó el lugar y el talento inicial necesario para alentar el surgimiento de empresas tecnológicas, como Hewlett Packard, Bell, Xerox, Intel entre otras, lo que permitió generar un ecosistema emprendedor propenso a la inversión de riesgo e innovación; y varias décadas después también logró impulsar a las digitales, como Google, Apple, Microsoft, Ebay, entre otras.

El crecimiento explosivo en las últimas décadas se debió en gran parte al hecho de contar con un ecosistema emprendedor, donde se combinaron educación enfocada en la tecnología, visión innovadora, disponibilidad de capital de riesgo y la posibilidad de planificación en el largo plazo. Fue importante también contar con apoyo estatal al establecerse reglas de juego que se mantuvieron a lo largo del tiempo. Todo lo mencionado convirtió el lugar en un imán de inversiones innovadoras con base tecnológica hasta el presente.

Otro caso interesante es el de la ciudad de Shenzhen, versión de Silicon Valley en China. De la mano de la apertura económica del país, la pequeña ciudad pesquera empezó a recibir inversión extranjera y pasó de tener 30.000 habitantes a unos 13 millones de habitantes cuarenta años después, lo que generó un PBI que supera al de Hong Kong y Singapur. El crecimiento fue impulsado principalmente por la industria electrónica y digital, y la inversión de riesgo privada. Hoy es sede de empresas como Huawei, Ubitech, lenovo, Tencent, y también existe una gran cantidad de startups dentro de un ecosistema que fomenta la innovación, el diseño, la investigación, la formación de personal capacitado y el desarrollo tecnológico.

Otros países, como India, Corea del Sur o Israel, presentan historias similares aunque con características propias. Inclusive en países del Este europeo, como es el caso de Polonia, que posee una economía comparable a la nuestra, en pocos años, se ha logrado con la tecnología alcanzar valores similares a los de exportación de soja de la Argentina.

Los profesionales de Ciencias Económicas necesitan familiarizarse con las nuevas tecnologías para resolver todo tipo de problemas dentro de un contexto global

Desarrollar rápidamente la industria del conocimiento para un país es posible si existe una sociedad que tenga una favorable visión sobre la importancia del sector tecnológico, contando con estrategias impulsadas desde el Estado que garanticen normas estables que protejan los largos ciclos de inversión que requiere el sector, y fomentando la inversión privada, la educación, la ciencia y la investigación.

Los modelos educativos deben adaptarse rápidamente a una demanda fuertemente impulsada por la economía digital. La especialización vertical de las carreras tradicionales requiere adoptar también una visión transversal del conocimiento asistido con nuevas tecnologías digitales, que son cada vez mas rápidas, potentes, económicas y permiten administrar nuestro conocimiento e información de manera muy diferente de como lo hacíamos en el pasado reciente.

La economía digital necesita contar con un ecosistema económico a la altura del desafío global y dentro de un plan estratégico que sirva de guía en el largo plazo. Independientemente del tipo de organización y color político de cada gobierno, la importancia del plan trazado y la visión compartida para favorecer la inversión, la innovación y la exportación de bienes y servicios tecnológicos, tienen que quedar fuera de discusión porque no subirse a la ola del desarrollo digital, hacerlo tarde, o sin un plan de largo plazo, puede implicar quedar fuera de carrera rápidamente.

En el caso de la Argentina se presenta una situación muy alentadora para el sector de la economía del conocimiento. Según estimaciones de la Cámara de la Industria Argentina del Software (CESSI), la Argentina tiene la posibilidad de crecer exponencialmente. El sector de la Tecnología de la Información puede pasar de los 2 mil millones de dólares de exportaciones actuales a 10 mil millones en 2030 y a 120 mil empleos formales de calidad y con salarios muy superiores al promedio.

Por otra parte, Argencon (entidad del país que nuclea a empresas prestadoras de servicios de todos los verticales de la Economía del Conocimiento) indica que el 8% de las exportaciones argentinas actuales está formado por actividades del conocimiento, que es uno de los rubros que más aporta al superávit fiscal y comercial, y a la vez uno de los mayores generadores de empleo de calidad del sector privado.

Cabe la aclaración de que la Argentina también cuenta con 11 unicornios (empresas tecnológicas que superan la valuación de U$S1000 millones), que poseen capacidad y recursos humanos calificados a nivel de cualquier competidor del exterior. Sin embargo, en la última década, nuestro crecimiento en las exportaciones de este tipo de servicios está muy por debajo del promedio mundial; es de 1,3% frente un promedio mundial del 5,8%.

Según estimaciones de Argencon, basadas en datos del INDEC, si en la última década la Argentina hubiera crecido al ritmo del resto del mundo, habrían ingresado unos U$S12.509 millones adicionales. En términos de empleo, estas mayores exportaciones representarían poco menos de 100 mil puestos de trabajo, que lamentablemente no fueron creados.

La reciente sanción de la Ley de Conocimiento ha sido un avance importante del sector para poder alcanzar el ritmo de crecimiento promedio mundial de esta industria, aunque todavía hay mucho por hacer. Según estimaciones del CESSI, la Argentina no ha logrado cubrir este año más de 15.000 empleos. Pese a las iniciativas de capacitación desplegadas desde la Cámara junto con el Gobierno Nacional, sigue aumentando la demanda de personal capacitado de diferentes tipos de perfiles profesionales del sector que no es posible satisfacer.

Según lo indica Argencon en su informe estadístico al 31/12/2020, la economía del conocimiento se consolida como el tercer rubro exportador nacional debajo de los complejos de granos y oleaginosas. Con las medidas adecuadas, el sector de la economía del conocimiento podría convertirse en una industria tan importante y estratégica como lo son las principales actividades exportadoras del país, ya que el cambio tendría un efecto transformador al multiplicarse de manera transversal en toda la sociedad.

Cabe aclarar que muchos de esos puestos vacantes podrían ser ocupados por profesionales provenientes de otras carreras no técnicas. En el caso de las Ciencias Económicas, con una formación técnica complementaria, nuestros profesionales podrían ampliar competencias digitales para insertarse en el sector. Inclusive podrían ser perfiles muy valiosos dentro de startups y empresas tecnológicas dada su visión ampliada a diversas dimensiones de los negocios digitales. La demanda de perfiles en el sector tecnológico es muy variada y desde nuestras profesiones se abre un enorme abanico de oportunidades.

El gran desafío futuro de la Argentina será poder sentar las bases de un ecosistema propio del sector que facilite la inversión y formación de perfiles vinculados a la tecnología, garantizando desde el Estado las condiciones necesarias para que los emprendedores digitales deseen establecer sus actividades en el país. Así se podrá fomentar la inversión privada y pública en el sector e incorporar a las universidades e instituciones afines dentro del proceso de cambio digital.

Un ejemplo interesante que demuestra que esta posibilidad es factible es el régimen, recientemente prorrogado, de promoción industrial para Tierra del Fuego. Las condiciones favorables perduraron durante 50 años y ello permitió desarrollar la economía de la región austral por razones geopolíticas y económicas. Un marco jurídico y condiciones similares podrían pensarse para impulsar la economía del conocimiento en una estrategia integral en el largo plazo, permitiendo aislar a la industria de las coyunturas que generan las permanentes crisis económicas de nuestro país y competir global y eficientemente en el sector.

La inversión en educación, en desarrollo y en la exportación de servicios digitales requiere procesos largos y de planificación en un contexto estable como en cualquier otra actividad estratégica. No solo las profesiones técnicas se benefician del crecimiento del sector tecnológico, pues este también tiene un impacto directo en profesiones como las nuestras.

Por otra parte, un estudio de McKinsey Global Institute del año 2017 (Jobs lost, jobs gained: workforce transitions in a time of automation) estima que del 3 al 14% de la fuerza laboral mundial deberá cambiar de categoría ocupacional para el año 2030 a causa de la automatización, la inteligencia artificial y la digitalización. Indica también que más de la mitad de las profesiones tienen como mínimo un 30% de tareas automatizables. Cabe aclarar que estas estimaciones se realizaron unos años antes de la pandemia y seguramente se aceleró el proceso de cambio previsto.

Dentro de ese escenario, todas las profesiones tradicionales van a ser parcialmente transformadas digitalmente y a la vez podrán convertirse en impulsoras del cambio en la medida en que estén capacitadas para comprender la potencialidad de las tecnologías digitales en cada área de conocimiento.

En particular, los profesionales en Ciencias Económicas, lejos de ser reemplazados por la inteligencia artificial como sucede en las películas de ciencia ficción, podrían ser expertos usuarios de ella. Los algoritmos que clasifican rápidamente una gran cantidad de datos o encuentran patrones y dan respuesta inteligente basados en un entrenamiento específico de cada especialidad, en el futuro, podrían ser un área de trabajo de nuestros profesionales.

Las posibilidades que nos proveen el análisis de datos, la inteligencia artificial y el aprendizaje automático son enormes, pero, para obtener provecho de ello, es necesario que sumemos a nuestra formación y experiencia profesional un conocimiento técnico básico que nos permita conocer para qué nos puede ser útil un algoritmo, un lenguaje de programación o una tecnología en particular, y de esta manera establecer un diálogo fluido con los especialistas técnicos que tienen un conocimiento más profundo de las herramientas.

En la nueva era de la Revolución Industrial 4.0, los profesionales de Ciencias Económicas necesitan familiarizarse con las nuevas tecnologías para resolver todo tipo de problemas dentro de un contexto global. Los límites de las competencias tradicionales empiezan a desdibujarse. Se necesita entonces ampliar su visión y complementarse con otros profesionales, como ingenieros o científicos de datos, por ejemplo.

Los especialistas que implementan las herramientas provenientes de las tecnologías de la información y los profesionales en Ciencias Económicas requieren esfuerzos compartidos para dialogar. Tendremos que conocer el funcionamiento y las capacidades técnicas de las nuevas herramientas digitales y asegurarnos del mejor uso posible dentro de un modelo de negocio viable desde la perspectiva económica.

A modo de ejemplo, implementar soluciones de negocios digitales que incorporen herramientas, como el análisis de datos, inteligencia artificial, aprendizaje automático o un uso eficiente de blockchain en los nuevos modelos de negocios, requiere una visión simultánea de varias disciplinas a la vez; implica conocer la potencialidad de la tecnología en todas sus variantes, asegurar un adecuado uso en determinada actividad o proceso de una organización aportando valor agregado; garantizar un beneficio económico e interpretar variables de mercado en las cuales nuestras profesiones poseen tradicional incumbencia.

A este nivel de desarrollo de la tecnología cada solución digital siempre tendrá diversas implicancias técnicas, jurídicas, económicas, sociales, éticas, sociales, entre otras, y cuanto más innovadores seamos o estemos más cercanos a los procesos cognitivos de la toma de decisiones y posicionados en la solución, mayor será el desafío multidisciplinario. No hay posibilidad de que una sola persona pueda abarcar simultáneamente todas las miradas posibles de manera eficiente en un entorno de alta complejidad. En ese sentido, nuestros profesionales tendrán un gran espacio para desempeñarse en el nuevo escenario de trabajo.

Hay un gran esfuerzo de la sociedad y desde todos los sectores para capacitar, inclusive de manera gratuita, en el uso de estas nuevas herramientas, y es una gran oportunidad para ampliar nuestras habilidades dentro del universo digital que posee una permanente demanda insatisfecha de perfiles con diferentes niveles de capacitación técnica.

El cambio tecnológico que estamos atravesando, inevitablemente, transformará cada vez con mayor fuerza nuestro entorno de trabajo y también a nuestras profesiones. Independientemente de las acciones de los gobiernos, la demanda de los nuevos negocios digitales será una constante y una oportunidad muy interesante para nuestros profesionales, pues solo requiere ganas de aprender para entender sobre las nuevas posibilidades digitales a fin de estar preparados. Cuanto más nos interioricemos sobre la temática, más posibilidades tendremos de adaptarnos al cambio, que seguramente está llegando más rápido de lo que pensábamos.