Miguel Ángel Oeste: “Ni la depresión ni una temprana muerte impidieron que Nick Drake dejara un legado de belleza y melancolía”

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Se cumplen cincuenta años de la muerte -a los 26 años, por una sobredosis de antidepresivos- del músico británico Nick Drake (1948-1974), cuya fama e influencia póstuma hace olvidar que, durante su vida, los tres discos que publicó no tuvieron ninguna repercusión comercial. Drake es desde hace décadas un artista de culto, admirado por músicos como Elton John, Kate Bush, Robert Smith, Brad Meldhau y Luca Prodan, entre muchos otros. La nueva novela del escritor español Miguel Ángel Oeste, Perro negro (Tusquets, $ 29.900) tiene como protagonista invisible a Drake. “Una constante en su vida: estar en un sitio sin estar. Ser protagonista y convertirse en uno más. Ni siquiera uno más, sino uno menos. Hacerse invisible una vez que has sido visible”, dice del cantante un personaje.

Los lectores transitan por los misterios de la vida y el arte de Drake de la mano de dos personajes: Richard West, un actor que quiere hacer una película sobre la vida del creador de Pink Moon (”una figura que le obsesionaba igual que si se tratase de una criatura que hubiera depositado sus huevos en algún rincón de su cerebro y, poco a poco, empezasen a crecer”), y Janet Stone, una amiga “en tipo fan pegajosa”, según la define un personaje de la novela. Las voces de los tres -que tienen en común problemas de salud mental- se amalgaman para componer un relato coral que seduce e inquieta.

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Es la segunda novela del escritor malagueño sobre Drake: en 2005, Oeste publicó Far Leys (el nombre de la casa donde vivieron los Drake en Inglaterra al regreso de Birmania). Perro negro tiene un epílogo donde el autor se explaya sobre este desafío narrativo. En sus páginas aparecen, fugazmente, Bob Dylan, E. M. Forster y Linda Thompson.

Miguel Ángel Oeste

“En los años noventa mi amigo José Miguel Molero de Blas me puso ‘River Man’ y quedé subyugado por la música de Nick Drake -dice el escritor a LA NACION-. Busqué todo lo que había sobre él. No era tan sencillo como ahora acceder a sus discos. Y poco a poco nació el impulso de hacer algo con una figura tan resbaladiza, porque apenas se sabía nada de él. El proceso de documentación me llevó años, pero me di cuenta de que la única manera de poder llegar a él, era a través de la ficción, es decir, contar una posibilidad, que es lo que hacen los escritores. Así nació Far Leys, un libro que aludía a la casa familiar de los Drake. Perro negro es una reescritura total, en el que estoy atento a descifrar cosas que no se ven a simple vista, a rascar más allá, como si la atemporalidad de su música consistiera precisamente en un diálogo con Nick”.

-¿Por qué decís que es una novela de vampiros y fantasmas?

-Por la manera en la que está tratado y visto Nick Drake. Igual que Bram Stoker hizo con Drácula, en Perro negro Nick está visto a través de los demás. Es decir, la novela gira en torno a la vida de Nick Drake, pero él nunca llega a estar del todo presente. Gracias al proceso de investigación que un exitoso actor llamado Richard West lleva a cabo para buscar información que le permita hacer una película sobre el músico y a los recuerdos de Janet Stone, antigua periodista musical y amiga de Drake, el lector podrá intentar armar, como un rompecabezas, una imagen casi siempre borrosa e incompleta y que finalmente termina vampirizánzolos.

-¿Cómo perfilaste a los personajes de Richard y Janet, por un lado, y el tono melancólico de la novela?

-Tanto Janet como Richard son trasuntos de dos personajes reales: Janet Stone, del crítico musical Ian MacDonald, famoso por sus artículos en New Musical Express, por sus libros sobre los Beatles o Shostakovich y en sus escritos sobre Drake; y Richard West, del actor Heath Ledger, quien en el momento de su muerte preparaba un documental sobre Drake y que llegó a dirigir un videoclip de la canción “Black Eyeddog”. Ambos personajes padecen trastornos mentales y los dos fallecen en circunstancias similares ocasionadas por sobredosis de antidepresivos, aunque no puede establecerse si de forma accidental o no, igual que como murió Drake. Los problemas de salud mental impregnan sus caracteres. Tres personajes que parecen tener vidas muy diferentes, se enfrentan de diferentes maneras a la angustia por el éxito, al reconocimiento, a las relaciones familiares y afectivas, a la culpa y al pasado.

-¿Qué ves en común, para los artistas, entre la época de Drake y la actual?

-Creo que son épocas muy diferentes y que, por tanto, los contextos, tienen poca relación. Acaso que sí se pueden establecer lazos universales porque su historia ejemplifica la de muchos otros artistas que sufren por la ausencia de reconocimiento, por la inseguridad sobre su talento, por la ansiedad social, la timidez y el uso de drogas, en una industria que exige formas de comportamiento llenas de dinamismo y relaciones sociales, características que durante mucho tiempo sirvieron de excusa y explicación para su temprana muerte; sin embargo, ni esto ni la depresión que padecía le impidieron dejar un legado de belleza y melancolía que se conjugan en su obra y que le han permitido alcanzar la inmortalidad.

-¿Cómo trabajaste la cuestión de la salud mental? Días atrás, en Buenos Aires, el músico británico Liam Payne murió en un accidente. ¿Por qué crees que en el mundo de la música se reiteran estas muertes prematuras de jóvenes artistas?

-Creo que no solo sucede en el mundo de la música. Sucede en todos sitios. Lo que pasa es que cuando le ocurre a alguien público se hace visible y cobra notoriedad. Según la Organización Mundial de la Salud la depresión se ha convertido en la segunda causa de incapacidad en el mundo, solo por detrás de las enfermedades isquémicas. En Occidente, durante los últimos años, se le ha empezado a otorgar una mayor atención a las enfermedades mentales, especialmente a la depresión. Roto el tabú del ocultismo, la normalización como enfermedad ha sido el primer paso para concienciar a toda la sociedad en una lucha que implica educación sobre el padecimiento y prevención de este. Como indican los numerosos testimonios de su familia y amigos, Drake padeció de depresión crónica a lo largo de toda su vida, lo que le incapacitó tanto en sus actividades cotidianas como en las relacionadas con su carrera musical; aun así, creó una colección de canciones que cincuenta años después de su muerte siguen siendo relevantes y son objeto continuo de homenajes e influencia para las generaciones posteriores.

-¿Dirías algo sobre el título que elegiste?

En la mitología anglosajona el perro negro se vincula con los entes espectrales, los fantasmas nocturnos, las presencias fantasmales. “He vivido oculta tras una sombra”, afirma Janet en la novela. Su imagen se asocia con un animal más grande que un perro, a menudo con enormes y brillantes ojos negros. El mito del perro negro está muy imbricado en el mundo de la música, especialmente con el blues, y son continuas sus referencias en las canciones de Robert Johnson que, cuenta la leyenda, murió murmurando sobre la presencia de perros negros. La discografía de Johnson fue muy escuchada por Drake, que lo tenía por una de sus máximas influencias musicales. Por otra parte, Black eyeddog”, de 1974, fue una de las últimas canciones grabadas por Drake e integra el conjunto de las que se editaron póstumamente. Finalmente, desde que Winston Churchill en sus escritos bautizó a sus etapas depresivas como su “perro negro”, el uso de la expresión ha pasado a ser una de las metáforas más populares para referirse a la depresión. Esto me llevó a elegir este título.

-¿Cómo es tu vida de escritor en España y qué opinión tenés de la literatura contemporánea?

-Creo que hay escritoras y escritores de una enorme potencia, pero lo que manda, como todos sabemos, es la literatura escrita en inglés. Creo que con esto se contesta a ambas cuestiones, ¿no?

-¿Lees literatura latinoamericana?

-Leo a muchos autores latinoamericanos desde que era adolescente. Rodrigo Fresán, Mariana Enriquez, Diego Muzzio, Edmundo Paz Soldán, Martín Kohan, Patricio Pron, Fernanda Melchor, Camila Sosa Villada, Samanta Schweblin, Héctor Abad Faciolince… y muchos más. Y, claro, leí con devoción a los autores del Boom y a los precursores como Ernesto Sabato.

-¿Cómo viviste la gran repercusión que tuvo tu novela anterior, Vengo de ese miedo?

-Con sorpresa y alegría. Ya me gustaría que todas las novelas fueran así. Uno saca un libro y siempre piensa que no pasará nada. Curiosamente, esa novela tuvo más repercusión porque los escritores y escritoras hablaron de ella. Luego se le concedió el premio Finestres, que otorgó un jurado compuesto por Mariana Enriquez, Mathias Enard, Jordi Costa, Carlos Zanón y Camila Enrich, y quedó finalista de la Bienal Mario Vargas Llosa. Todo eso contribuyó a que el libro fuera bien, la verdad.

-¿Vendrás a Buenos Aires?

-Me encantaría. Estoy esperando a que alguien me invite.