Gracias a los fragmentos de papiro, mosaicos y tablillas de cera que han sobrevivido, es posible saber qué desayunaban los pompeyanos hace 2.000 años.
Si entiendes suficiente latín medieval, puedes saber cuánto ganado se criaba en las granjas de Northumberland en la Inglaterra del siglo XI, gracias al “Domesday Book”, el documento más antiguo que se conserva en los Archivos Nacionales de Reino Unido. Y, a través de cartas y novelas, se puede conocer la vida social de la época victoriana.
Pero, para los historiadores del futuro, podría llegar a ser difícil entender plenamente cómo vivíamos nuestras vidas a principios del siglo XXI. Esto se debe a que se podría borrar la historia de cómo vivimos nuestras vidas digitalmente y a la falta de esfuerzos oficiales para archivar la información del mundo tal como se produce en estos días.
Sin embargo, un grupo informal de organizaciones está haciendo frente a las fuerzas de la entropía digital, muchas de ellas operadas por voluntarios con poco apoyo institucional. Nada ejemplifica más la lucha por salvar la web que el Internet Archive, una organización estadounidense sin fines de lucro con sede en San Francisco, fundada en 1996 como un proyecto del pionero Brewster Kahle.