Kathy Bates: la actriz que derribó prejuicios, desató un trauma en vivo y se arrepintió de anunciar su retiro

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Kathy Bates es un verdadero camaleón: creó con Annie Wilkes a una de los villanas más famosas de la historia del cine en Misery, fue la afable y carismática Molly Brown de la multipremiada Titanic; le dio vida a Gertrude Stein en el film de Woody Allen Medianoche en París; fue la cruel y racista Delphine LaLaurie de American Horror Story y hoy interpreta a Madeline “Matty” Matlock en la serie del mismo nombre, un personaje con el que no solo se identifica sino que, además, la hizo desistir de su tan anunciado retiro. Con la misma cadencia que superó con creces cada desafío actoral, la actriz sorteó los diferentes obstáculos que se le cruzaron a lo largo de su vida: una infancia “horrible”, una madre abnegada y exigente; el reconocimiento tardío, la discriminación de la industria y sus cánones de belleza, dos cánceres, una vida poco saludable y la idea de una jubilación que no fue. “Mis amigos dicen que probablemente seré como Molière y moriré en mi silla en el escenario”, dijo la propia Bates. “Realmente es una fuerza vital para mí”, aseguró hace algunos días.

Disjointed, la serie de Netflix protagonizada por Kathy Bates

Una infancia “horrible” y 500 dólares salvadores

Kathy Bates nació el 28 de junio de 1948 y fue la tercera hija mujer en llegar al seno de una familia trabajadora de Tennessee: su padre, Doyle Bates, era ingeniero mecánico y su madre, Bertye Talbot, ama de casa. La actuación fue lo que la salvó en el colegio secundario, donde no la pasó bien. “No tuviste una infancia feliz, ¿verdad?”, le preguntó Michael Lassell en una entrevista para la revista Interview que se publicó en 1991. “No, fue horrible. No tuve una sola cita en la escuela secundaria. Tocaba la guitarra y cantaba y escribía mi propia música y poesía y cosas así cuando era adolescente”, recordó en ese momento. El arte y su pasión por la actuación, la hicieron seguir adelante.

Para explicar su instinto decidido y su capacidad de sobrevivir a todo, Bates volvió a sus inicios. “Mi familia tiene un sentido del humor perverso, humor negro -le contó a Interview-. Mi madre dijo que cuando nací y me dieron nalgadas, pensé que era un aplauso por mi entrada y lo he deseado desde entonces”, repasó. También resaltó el apoyo de su papá. “En muchos sentidos, intentó hacerme dura como el hijo que nunca tuvo. Cuando decidí ir a Nueva York y probar suerte en la actuación, me dio 500 dólares y me dijo: ´Siempre quise ser lanzador de béisbol, pero en lugar de eso hice lo que se esperaba de mí. Creo que deberías tener tu oportunidad en las grandes ligas´”. Esos quinientos dólares fueron, quizá. su mejor inversión.

Una carrera brillante

Kathy Bates como Gertrude Stein en Medianoche en París, de Woody Allen

Con el título de Arte Dramático de la Universidad Metodista del sur de Dallas, en 1970 se mudó a Nueva York con la ilusión de convertirse en actriz. Su primera experiencia en un set fue en 1971 durante el rodaje de Taking Off, pero su verdadero campo fértil para la construcción de una artista sensible, metódica y talentosa fue el teatro. Por su trabajo, sobre el escenario llegaron sus primeros reconocimientos: logró una nominación a un premio Tony por su papel de divorciada solitaria y epiléptica en Night, Mother, y ganó una estatuilla Obie [un premio del teatro Off Broadway] por su inolvidable camarera en Frankie and Johnny in the Clair de Lune.

Construidos por Bates, varios de esos papeles llegaron a la pantalla grande. El caso más recordado y el que más polémica causó fue Frankie and Johnny: en lugar de darle la oportunidad de llevar a la pantalla su trabajo en teatro, los productores eligieron a una de las mujeres más bellas de Hollywood: Michelle Pfeiffer. Bates estaba en Río de Janeiro cuando le llegó la noticia y su reacción fue reírse “de forma histérica”: el reparto para contar esa historia no le pareció el correcto.

En Nueva York, las actrices Michelle Pfeiffer y Kathy Bates

Luego llegaría finalmente el papel que le daría la fama y el reconocimiento que su talento merecía. “Cuando fui por primera vez a la entrevista para Misery me decían cosas como ‘no eres Michelle Pfeiffer, ya sabés’. No entiendo la relevancia de ese comentario. Tampoco soy Elizabeth Taylor ni Sean Connery. No entiendo por qué es tan importante comparar a la gente con Michael Jackson o con Madonna, o con quien sea”, explicó en una entrevista.

Misery, su llegada a las grandes ligas

Bates ya tenía prestigio como actriz sobre las tablas cuando apareció la gran oportunidad de su vida. Si bien su primer papel importante en cine llegó de la mano del director Robert Altman con Come Back to the Five and Dime, Jimmy Dean. En 1991, con la malvada y psicótica Annie Wilkes de Misery todo cambió de manera rotunda: además de darle fama mundial y un lugar destacado entre los villanos más logrados de la historia del cine, la hizo levantar el Oscar a la mejor actriz y un Globo de Oro.

Desde ese momento, sus trabajos como actriz en la gran pantalla siempre se destacaron. Una de sus interpretaciones más recordadas es la de la sobreviviente del Titanic Margaret Molly Brown en el film de James Cameron. También brilló en Las confesiones del señor Schmidt, donde trabajó con Jack Nicholson y logró una nueva nominación a los Oscar; Solo un sueño, de Sam Mendes; Medianoche en París, en donde se puso a las órdenes de Woody Allen y Tomates verdes fritos, de Jon Avnet. Además, brilló en la televisión en The Office, American Horror Story y en Two and a Half Men. Gracias a estos dos últimos trabajos, en su casa brillan, junto a su Oscar, dos premios Emmy.

Con la popularidad, renacieron algunos complejos, aparecieron nuevos prejuicios de la industria y surgieron algunos cachetazos. “Siempre he tenido un problema con mi peso”, reconoció en una entrevista que le brindó al diario The New York Times: “No soy una mujer despampanante. Nunca he sido la chica bonita; siempre he sido una actriz de carácter. Cuando era más joven era un verdadero problema porque nunca era lo bastante guapa para los papeles que hacían otras. Los papeles que tuve la suerte de que me dieran eran difíciles para mí: normalmente personajes mayores que yo o muy estrafalarios. Y fue duro, no solo por la falta de trabajo, sino porque tenés que enfrentarte a cómo te mira la gente”. Ese sentimiento reapareció con algunas críticas por su peso, tras filmar Los hombres nunca se van, la película que hizo después de Misery. “Me subí a un avión y me fui a mi casa. Fue tan cruel, tan innecesariamente cruel”, rememoró.

Un obligado paréntesis

Kathy Bates y Lady Gaga en American Horror Story (2011)

Antes de robar de nuevo todas las miradas con American Horror Story, Bates enfrentó uno de sus momentos más difíciles. Por eso, cuando pudo volver, todo su agradecimiento fue para uno de los creadores de la célebre serie de terror.Ryan Murphy resucitó mi carrera”, le dijo la actriz a Variety. “Este es el tercer acto y nunca soñé que nada de esto sucedería. Antes de American Horror Story estaba haciendo Harry’s Law y me diagnosticaron cáncer de mama. El programa se canceló y nuestra audiencia fue despedida porque era demasiado mayor. Entonces, el mensaje que recibí fue: ¡lárgate de aquí! Eres demasiado mayor, o estás enferma, ya no tenés tetas, tuviste cáncer de ovario, nadie te quiere más. Eso estaba en mi cabeza”, agregó.

Bates, quien superó con éxito dos veces la enfermedad -en 2003 había tenido cáncer de ovario-, decidió en ese momento someterse a una doble mastectomía. Cuando Murphy la llamó, estaba en plena recuperación. “Realmente lo hizo todo. Me devolvió la vida durante un período difícil de mi vida”, resaltó. Hace poco, Bates volvió a hablar del tema. Contó que luego le descubrieron un linfedema, que sus brazos se hincharon de forma desmedida y tenía mucho sobrepeso, pero todo cambió cuando aprendió a comer sano. Por su cuenta perdió 45 kilos, otro logro que le cambió la vida, aunque siempre fue consciente de que lo importante para su arte no era su cuerpo sino su forma de interpretar: en 1991, aseguró con total convicción que el poder tiene más que ver con la actitud que con la feminidad.

“Lo que he encontrado es que siempre ha sido una cuestión de elegir entre una u otra, especialmente en Hollywood. O eres joven y glamorosa y vas a conseguir el papel protagonista y al hombre al final de la película, o es lo contrario: eres una actriz de personajes, no eres lo suficientemente atractiva para el otro papel, y entonces interpretás a la amiga o a la asesina o a la lesbiana o a la doctora o lo que sea. Pero la que consigue interpretar el papel de la joven y guapa que consigue al chico al final no tiene ningún poder. Y viceversa: un personaje puede tener poder, pero no feminidad”, analizó.

De su breve matrimonio al agradecimiento “olvidado” a su mamá

Es muy poco lo que se sabe de la vida amorosa de Bates: en 1991, la actriz se casó con el actor Tony Campisi, de quien se divorció en 1997, seis años después. Hermética y celosa de su vida personal, apenas se rumoreó una relación con Bernard Hill y no más. De lo que sí ha hablado la artista es de su conflictiva relación con su madre. Incluso, hace unas semanas, descubrió en medio de una entrevista y frente a miles de personas que la culpa que cargó durante años por un agradecimiento que pensó que nunca había hecho, no tenía un fundamento real. Y respiró aliviada.

El 7 de octubre, Bates charlaba con Ben Mankiewicz en el estudio de CBS Sunday Morning sobre la serie Matlock cuando reaccionó ante una inesperada imagen que había borrado de su mente y que, además, no repasó jamás. Mientras hablaba sobre su Oscar por Misery, la actriz recordó que su mamá no estaba muy emocionada con su logro. “Dijo: ‘No sé por qué tanto entusiasmo, no descubriste la cura para el cáncer’”, explicó y contó que la relación era complicada y que durante su discurso de agradecimiento olvidó mencionarla. “Sabés, le agradeciste”, le aclaró Mankiewicz con un tono gentil. “Al final de tu discurso, le agradeciste”, repitió. Bates discrepó, hasta que el entrevistador le mostró las imágenes.

“A mi familia, mis amigos, mi mamá en casa y mi papá, que espero que esté mirando en algún lugar”. En ese momento, Bates abrió bien grande sus ojos y se llevó las manos a la boca. No lo podía creer. Luego de un breve y conmovedor silencio, la actriz reaccionó. “Gracias. ¿Por qué pensé que no le había agradecido? Qué alivio”, exclamó y contó que cuando su mamá murió, todo lo que quería era que su espíritu pudiera vivir a través de ella. “Aunque pasamos por tantas dificultades, quería que su espíritu entrara en mí y disfrutara de todo lo que yo estaba disfrutando por lo que ella había dejado de hacer”, repasó.

Esa no fue la primera vez que Bates habló de ese episodio. En una entrevista que le dio a Interview en 1997, le preguntaron de qué se arrepentía. “Lamento no haber llevado a mi madre de 83 años a los Oscar cuando gané. Ella se merecía el premio por haber renunciado a tanto por mí”, respondió.

Un meteórico retiro

La determinación de Bates de terminar con su prolífica carrera duró un suspiro. A principios de septiembre de este año, la actriz compartió su decisión en una extensa entrevista que le concedió a The New York Times. Allí, explicó los motivos de su alejamiento de la industria. “Este es mi último baile”, reveló en relación con el papel de Madeline Matlock en la remake del policial que se emitió entre los 80 y los 90. Además, explicó que ya había tomado la decisión de no trabajar más, pero que la llegada de este nuevo guion la hizo postergar sus planes. Unos días después, cambió de parecer. “No puedo creer que esté diciendo esto sobre hacer series de televisión, pero ha sido todo un desafío y un placer”, explicó y sumó: “Matty es sin duda mi alfombra mágica en este momento y quiero que siga navegando por mucho tiempo”.