Una jubilada deberá pagar 2.500 € tras romperse la clavícula esquiando: el seguro no le paga por no creerse el accidente

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Estación de esquí de Bergbahnen Wildhaus, donde sucedió el accidente. (Bergbahnen Wildhaus)

El esquí es uno de los deportes que más adrenalina libera, pero también es uno de los más difíciles y peligrosos de practicar. Los esquiadores con experiencia, no profesionales, suelen alcanzar una velocidad máxima de unos 100-120 kilómetros por hora. Para llegar a este nivel, son necesarios muchos años de práctica, acudiendo cada año a las estaciones de esquí durante las fechas ideales para practicar este deporte de invierno. En España, en función del espesor de la capa de nieve, las estaciones de esquí suelen abrir sus puertas a finales de noviembre o principios de diciembre, y la fecha de cierre se prolonga hasta finales de abril o principios de mayo.

Aunque se considera que 40 centímetros de espesor de nieve es una medida apropiada para practicar “el rey del invierno” de manera segura, las estaciones de esquí no comienzan su temporada de esquí hasta que el manto de nieve se sitúa entre los 80 y 100 centímetros de espesor. De esta manera, garantizan la seguridad de los esquiadores, evitando, en gran medida, que sufran caídas, independientemente del tipo de nieve que haya en la pista.

El día del accidente

Servicios médicos y de rescate tratan a una persona que ha sufrido una caída mientras esquiaba. (Grzegorz Momot / EFE)

A pesar de que las condiciones climatológicas y de la nieve sean las óptimas para la práctica del esquí, los que se atreven a bajar por las laderas de las montañas nevadas no están libres de sufrir un accidente. Esto fue lo que le sucedió hace dos años a una mujer de 73 años, quien se fracturó la clavícula tras sufrir un accidente en la estación de esquí de Bergbahnen Wildhaus, en Toggenburg.

Rosmarie Halter, natural del cantón de San Galo (Suiza), es una apasionada del esquí, y conocía la estación donde sucedió el accidente “como la palma de su mano”. Unos días antes de que sucediese la caída, Halter pasó por el desafortunado punto y no tuvo ningún problema, más allá de una leve molestia en la cara. “Un día, pasé a la izquierda de un cañón de nieve en la pista. Me cayó una llovizna en la cara. Fue desagradable”.

Sin embargo, el día del accidente pasó por el mismo punto, pero eligió el otro lado del cañón de nieve, y sufrió la caída: “Mis esquís se pararon como si estuvieran enterrados en el suelo, y salí volando”, declaró Rosmarie Halter. En el hospital, la mujer suiza fue diagnosticada con una fractura de clavícula, una lesión que le resultó demasiado dolorosa en las semanas posteriores.

Poco después de sufrir el accidente, Halter observó cómo otro esquiador se caía en el mismo punto. Por ello, avisó a los trabajadores de la peligrosidad de la pista y de la necesidad de bloquear el acceso a la misma. El personal del remonte “estuvo de acuerdo y delimitó la zona con postes negros y amarillos”, afirmó la mujer jubilada.

Lucha legal entre una jubilada y la compañía de seguros

Al igual que muchas personas suizas de su edad, Rosmarie Halter tiene contratado un seguro contra accidentes, por el cual no paga ninguna intervención médica ocasionada por accidentes. Sin embargo, pese a que Halter demandó al personal del remonte, la compañía de seguros de la estación de esquí rechazó la denuncia.

Uno de los argumentos utilizados por la esquiadora suiza es que los trabajadores colocaron señalizaciones en la zona, justo después del accidente. La respuesta de la aseguradora de la estación fue que aquella acción se realizó para “señalizar la circunvalación. Puede hacer lo que quiera, aunque no tiene obligación de hacerlo”.

Este proceso legal permanecía activo desde hacía más de dos años, hasta que la compañía de seguros de la estación de esquí informó a la mujer, en una “declaración definitiva”, que “ninguno de los empleados ha admitido error alguno, nadie ha reconocido responsabilidad alguna”. Además, la aseguradora alega que faltan actas oficiales y declaraciones de testigos que podrían haber arrojado luz sobre la cuestión de la responsabilidad.

Debido a la falta de pruebas y testigos que corroborasen la versión de Rosmarie Halter, la mujer deberá pagar de su bolsillo 2.500 euros para costear los servicios y tratamientos médicos que recibió. “Tendría que haber hecho fotos del accidente cuando me dolía mucho. Y para ello habría tenido que llamar a los testigos y conseguir sus datos de contacto”, aseguró Halter.