Diputados: los radicales que se fotografiaron con Milei se atrincheran en la UCR y el sector ligado a Manes y Lousteau se encamina a romper el bloque

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Diez diputados radicales se encaminan a romper el bloque que conduce Rodrigo de Loredo. Se trata del sector que se referencia con el bonaerense Facundo Manes y con Evolución, la rama interna de la UCR vinculada con Martín Lousteau y el vicerrector de la Universidad de Buenos Aires, Emiliano Yacobitti. El inminente portazo se vincula con su exigencia, desoída, de que los cinco diputados que se fotografiaron con Javier Milei y luego votaron a contramano de su partido abandonen la bancada.

“Ya avisamos que armaremos un bloque después del martes [por mañana], sin infiltrados de Milei”, confió a LA NACION un diputado del ala dura. Habla de Mariano Campero (Tucumán), Martín Arjol (Misiones), Federico Tournier (Corrientes) y Luis Picat (Córdoba). Está en duda el neuquino Pablo Cervi, quien en la última votación se abstuvo de votar a favor del veto presidencial contra el presupuesto universitario.

La reunión del presidente Javier Milei con diputados radicales

Lo cierto es que quienes buscan excluirlos no cuentan con la mayoría para imponer su voluntad. Por tanto, serán ellos mismos los que tengan que dejar el espacio. Del conjunto cercano a Manes se cuenta, además de al neurocientífico, a Pablo Juliano (Buenos Aires), Fernando Carbajal (Formosa), Marcela Coli (La Pampa), Jorge Rizzotti (Jujuy) y Manuel Aguirre (Corrientes). Se les suman los diputados que se asocian a Evolución: las porteñas Carla Carrizo y Mariela Coletta, Danya Tavela (Buenos Aires) y Marcela Antola (Entre Ríos). Sus diez avales quedaron en minoría frente a los 24 de la vereda opuesta.

Están en duda la jujeña Natalia Sarapura, aliada a Gerardo Morales; la santafesina Melina Giorgi, que responde al gobernador Maximiliano Pullaro, y el chaqueño Juan Carlos Polini, quien había firmado el pedido de expulsión original, pero ahora se retractó.

Según pudo saber LA NACION, lo único que podría retrasar la salida de esta decena del bloque actual es la puja por la conducción de la nueva bancada, protagonizada por Carbajal y Carrizo. A pesar de que el sector de Manes es mayoría y podría pelear por el formoseño, es Carrizo, del ala de Lousteau, la que cuenta con el apoyo y las credenciales para asumir ese rol.

La otra discusión en puerta tiene que ver con quién se queda con el sello UCR. Nadie quiere ceder la identificación partidaria y es posible que se abra un conflicto que termine en la Justicia. Los que pegarán el portazo son minoría, pero argumentan que cuentan con el respaldo no solo del presidente del Comité Nacional –Lousteau–, sino también con el del titular de la Asamblea Nacional, el órgano legislativo de la UCR, en manos de Gastón Manes, hermano del diputado. De hecho, se rehúsan a pensar un nombre para la nueva bancada. “No vamos a ceder el sello UCR. Haremos que el partido nacional nos reconozca a nosotros”, advirtieron.

El fallido salvoconducto

Durante la última cumbre, de la que no participaron los cinco díscolos, Julio Cobos logró que se postergue el quiebre. Planteó, junto a otros mediadores, como Fabio Quetglas, una alternativa para evitar la fractura explícita: la posibilidad de que se firme un compromiso de respetar las posturas que adopte la bancada a través de la voluntad de la mayoría.

Esta opción no terminó de convencer al sector de Manes y Lousteau, que si bien accedieron a postergar la escisión, no los disuadieron de armar un espacio propio. Especularon con la posibilidad de que la firma de ese documento espantara a los “infiltrados” y se fueran sin que nadie los eche, pero eso no sucedió.

Por el contrario, los cinco radicales aseguraron a este medio que no solo no se irían sino que, además, condicionarán la firma de ese documento a la incorporación de tres cláusulas: que la decisión de la mayoría del bloque respete el equilibrio fiscal, la estabilidad institucional del gobierno “elegido democráticamente” y la voluntad de los gobiernos locales. Una chicana para los que buscan expulsarlos, a los que acusan de tener “doble vara” para juzgar a quienes votan diferente. Listan el rechazo del grupo de Manes a la reforma laboral, impulsada por referentes radicales, y a la ley de esencialidad educativa, que la UCR acompañó.

En espejo, a los cinco díscolos no les perdonan haber ayudado al Gobierno a blindar los dos vetos de Milei, con un giro de 180 grados en relación a cómo habían votado cuando se discutieron en la Cámara baja. Les achacan, además, que hayan pisoteado dos banderas del radicalismo: la recomposición de los haberes para jubilados y pensionados, y la defensa de las universidades nacionales.