1997 fue un año histórico para el soul y el funk. Ese año James Brown debutó en Buenos Aires, en un Estadio Obras que hervía; ese año Jamiroquai se presentó por primera vez en suelo porteño, en Ferro y al calor de los primeros y definitivos hits de su carrera. Ese año, además, Willy Crook lanzó el primer álbum de los Funky Torinos, el mejor proyecto de funk, soul y los “neos” correspondientes que hubo en la Argentina… hasta ahora.
Pasaron 27 años y, como sucedió con el hip hop, no fueron ni la primera ni la segunda generación las que tuvieron éxito en términos comerciales con esta música difícil de tocar –muy difícil– y difícil de traspolar. Un grupo de músicos de aquí y de allá, algunos que llevaban años conectados y otros a los que convocaron después de ver su arte en YouTube o redes sociales, alimentó el sueño de hacer la música que les gustaba que, para “colmo”, nada tenía que ver con los sonidos de moda.
Magamos se hacía y se hace llamar el líder de esta mega banda que es un seleccionado en sí mismo, un grupo de notables y dotados músicos que se destacan en lo individual pero que brillan como un diamante en lo colectivo. No demos más vueltas: se llaman Nafta y en dos noches en el Movistar Arena “la rompieron”, llevaron a otro nivel el neo soul y el neo funk argentino.
“Loquitos, loquitas, agotaron esto en diez días”, destacaba Matías García Molinari (alias Magamo, formado con la primera sílaba de sus nombres y su apellido). “Esto” no es uno sino dos funciones en el Movistar Arena, con el campo de pie, valga la aclaración. Es decir, cerca de 30.000 personas vieron a una banda que lo mejor que hace es interpretar su música. Repasemos de qué está hecho su arte para entender mejor el fenómeno.
Un “bandón”
En Nafta hay pocos estribillos, o lo que se puede llamar estribillo en sus canciones no tiene nada que ver con las frases repetitivas hasta el cansancio con las que el pop suele machacar y liderar algoritmos. El bajo y la batería son exquisitos, la guitarra de Magamo es sobria, los teclados de Simón Grunblatt dibujan paisajes en el aire y las voces de An Espil y Abril Olivera, que acompañan a la voz principal de Magamo, no son las de dos coristas: son dos cantantes soberbias, una con un registro más arrabalero (la de Espil), otra más cercana al R&B (la de Olivera). También aportan lo suyo un saxo, otro tecladista y un percusionista.
Después de dos discos y un puñadito de hits para el público fiel que los sigue desde hace tiempo y que, gracias al boca en boca, logró convertirse en cosa seria, los Nafta llegaron al Movistar Arena (ya habían tocado en el Luna Park) y planificaron las fechas como si el mundo terminara después. Una sección de cuerdas de once miembros (violines, violas, cellos…), dos coristas y las canciones de sus primeros dos discos que hablan de rupturas sentimentales o de… un llamado de atención para que “lo que cobres no te lo delires” (“Sin un peso”), completaron esta propuesta que es única en la escena de la música argentina. Un pequeño milagro, de esos que se dan cada tanto. A valorarlo y disfrutarlo.