El mercado del sexo, del levante y del amor Por Mariana Carbajal

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La historiadora Karina Felitti y la socióloga Mariana Palumbo fueron bailarinas de twerk, se desvistieron al ritmo del tema central de la película 9 semanas y media, practicaron movimientos masturbatorios a un dildo colocado sobre un “modelo vivo” en un taller de masaje erótico; actuaron como la cita de un entrevistado que quería recrear su relato, y hasta recibieron propuestas para formar parte de tríos sexuales por estar siguiendo la cuenta de Instagram de un club swinger. Ese camino exploratorio fue parte de la investigación que acaban de publicar en el libro Promesas de la Revolución Sexual. Mercado del sexo y del amor en tiempos feministas (Prometeo editorial) donde analizan los imperativos del amor y del sexo, en tiempos feministas y neoliberales. “Hablar de sexo y de la vida sexual se transformó en un nuevo mandato”, señalan. “El discurso neoliberal habla de los sujetos como emprendedores en términos económicos, pero también como emprendedores sexuales”, apunta Felitti. No solo las consumidoras del coaching sexual son mujeres. “Los varones también están en esta movida de la consejería sexual”, cuenta Palumbo y destaca que “hay nuevos guiones sexuales para ellos, sobre qué pueden decir, y qué no para no ser vistos como machirulos”.

Como primer punto aclaran que su mirada estuvo dirigida al mercado erótico afectivo que forman varones y mujeres heterosexuales adultos, mayormente pertenecientes a las clases medias de la Ciudad de Buenos Aires. “Hablar sobre el amor, el sexo y los vínculos se ha vuelto algo cotidiano”, señalan las autoras, como un cambio de época. Felitti es doctora en el área de Historia, investigadora independiente del Conicet en el Instituto de Investigaciones en Estudios de Género (IIEGE), profesora de la Maestría en Estudios Feministas de la UBA y del área de Estudios Latinoamericanos de Flacso Argentina. Palumbo es socióloga, doctora en Ciencias Sociales, con una beca expedida por el Conicet, y profesora de la Maestría en Estudios Feministas (UNSAM). Las dos vienen investigando sobre la temática hace años. Felitti es autora, entre otras publicaciones, del libro La revolución de la píldora. Sexualidad y política en los sesenta (Edhasa 2012). Palumbo coordinó junto a Marta Lamas Deseo y conflicto (Fondo de Cultura Económica, 2023) y publicó “Solos y solas. Búsquedas de encuentros eróticos y afectivos entre cis heterosexualidad” (UBASociales/Teseo-Press, 2019).

Más mujeres separadas, divorciadas y viudas que varones

En Promesas de la Revolución Sexual recorren las nuevas formas de vinculación sexoafectiva entre varones y mujeres y visibilizan el rol del mercadola cultura emprendedora y los discursos feministas en esos procesos.

De acuerdo a la Encuesta Anual de Hogares de la Ciudad de Buenos Aires, que sintetiza los resultados del 2021, en la población de CABA el porcentaje de mujeres supera el de varones: 53% y 47%, respectivamente. Casi la mitad de la población de 14 años y más está en algún tipo de unión, sea esta legal (27,4%) o consensual (19,9%); en tanto que un 29,1% es soltera –nunca unida– y un 23,6% separada, divorciada y viuda. En los varones, el porcentaje de los que están en unión es más alto (51,9%) que en las mujeres (43,5%). Por el contrario, las mujeres divorciadas, separadas y viudas son más que los varones en las mismas situaciones (30,2% vs. 15,9%). Al considerar la edad resalta el peso de las viudas entre las mujeres de 65 años y más (43,7%) en relación con los hombres (14,6%). Otro dato interesante es la magnitud de los hogares unipersonales, que constituyen más de un tercio del total (39,8%). Estos últimos ascienden a más de la mitad en comunas donde habitan y circulan personas de sectores medios, tales como la 2, 6 y 14, que corresponden a los barrios de Recoleta, Caballito y Palermo

Con ese panorama como telón de fondo, Felitti y Palumbo cuentan cómo se sumergieron en el tema: a partir de una metodología cualitativa, que se apoya en los aportes de la historia, la sociología y los estudios culturales y de género, trabajaron con un conjunto amplio y diverso de materiales. Por un lado, analizaron una selección de libros, podcasts, cuentas de Instagram, canciones, películas, series, programas de televisión y obras teatrales, que construyen definiciones sobre el amor, el sexo y los vínculos sexoafectivos contemporáneos y, en algunos casos, brindan orientaciones y consejos. A su vez, hicieron observaciones participantes y no participantes en espacios presenciales de consejería sexual, como talleres de sexualidad para mujeres y personas con vulva, de masturbación para mujeres, de sexualidad sagrada y tantra. Hicieron también observaciones participantes en clases de seducción y en las áreas de musculación de un gimnasio. Para adentrarse en las dinámicas de interacción de las mujeres y varones que buscan vincularse entre sí se desplazaron por espacios virtuales y presenciales como aplicaciones de citascatas de vinoclases de salsa y bachata, y clubes swingers.

Invertir en uno mismo, también en el cuestiones sexuales

A diferencia de la revolución sexual de los años ‘60, “la actual es muy explícita y estridente y es visible, porque hablar de sexo y hablar de la vida sexual se transformó en un nuevo mandato que atraviesa a casi todas las personas de distintas formas”, señala Felitti. Otra característica, dice, es que el mercado tiene un rol muy importante, dado que “parte del discurso de la liberación se asocia al consumo de determinados productos y servicios, por ejemplo, conocer o usar un juguete sexual, invertir dinero en ropa sexy, en la lectura de libros que hablan sobre el amor, o sobre sexo, o consumir cuentas de Instagram, que en general también están asociadas a determinados productos o publicidades”. Por otra parte, hablar de sexo de una manera explícita, contar las experiencias y contarlas en términos de relato, pero también en términos de cantidad, “es algo relacionado con el neoliberalismo como constructor de subjetividades”, sostiene Felitti. “Nos inculca la idea de que hay que invertir en nosotros mismos. El discurso neoliberal habla de los sujetos como emprendedores en términos económicos, pero también como emprendedores sexuales. Personas que se capacitan, leen, reflexionan, construyen mensajes de asertividad sobre lo que quieren, lo que no quieren. Toda acción tiene que tener un fin, un objetivo, un resultado. Esto también pensado en el sexo, pensado en relación al amor, es otra de las características. ¿cuántos orgasmos tenés?, ¿cuántas citas?, ¿cuántos matchs? Hay algo de la contabilidad en relación a la vida sexoafectiva que también es una marca de esta época”, dice.

Palumbo agrega: “Hay una especie de pedagogía del goce, del placer, donde el conflicto pareciera que tiene que estar por fuera, entonces se dan ciertas fórmulas para ser mejores para esto, para sentirme mejor con esto, como un check list de qué va y qué no va: es una moralización del goce”. Incluso, señalan, esa moralización viene de voces feministas.

Un feminismo moralizador

En las entrevistas que hicieron a mujeres que consumen coaching sexual, cursos de seducción y de pole dance, entre otras alternativas, encontraron que los hacían para sentirse bien con ellas mismas y a partir de ahí poder construir vínculos, poder gustarles a los demás, pero que estaban siempre como en ese juego de “no lo hago para el otro o para seducir” sino sobre todo para estar bien conmigo misma. “Es un discurso muy neoliberal, muy presente no solamente para las mujeres sino para todas las personas y también para el feminismo. Entonces a nosotras nos pareció interesante vincularlo con esta idea de Foucault, de que los dispositivos de control y de vigilancia no están necesariamente afuera sino dentro de cada persona. El feminismo también trajo una serie de normativas, moralidades, respecto a cómo debe ser el sexo y el amor –el amor no tiene que doler, el sexo tiene que ser placentero– y una creencia muy fuerte en que la información es poder. Podemos pensar que quizás sea cierta esa aseveración pero creer que la información nos va a traer placer es problemático. Hay una idea de que si sé dónde está el clítoris, cómo es, qué hay detrás, que no es solamente lo que se ve, que tiene esta forma y que tiene tantas terminaciones nerviosas, todo esto va a colaborar con la adquisición o sentir placer. Este discurso de la autonomía, de la autoestima, se instala de una manera a veces hasta contradictoria, porque el amor no tienen una única definición”, afirma Felitti,

“No es que porque me súper coacheé en algo me va a ir necesariamente mejor. La sociabilidad erótica es compleja.”, advierte Palumbo.

Sostienen que hay una idea instalada sobre el rendimiento: “Hay que tener muchos orgasmos, ser multiorgásmica, los varones tienen que acabar muchas veces, y esto todo tiene que servir, y todo tiene que tener un fin”, agrega Felitti.

“Envidiosa” y el mandato del casamiento

En el libro cuestionan el mercado de las consejeras sexuales, de distinta procedenci,a que sacan conclusiones reduccionistas o simples en torno a las relaciones sexoafectivas. “Pensamos que esto es bastante más complejo que decir: si no te contestó es porque no te quiere, o me clavó el visto y esto es una forma de violencia”, plantea Felitti.

–A propósito de las discusiones que ha generado la serie de Netflix Envidiosa, ¿creen que sigue vigente el mandato del casamiento para las mujeres? –les preguntó este diario.

Felitti: Una cosa es el matrimonio y otra cosa es la pareja, o un vínculo, que quizás no se llame pareja, pero que brinde cierta seguridad, contención, previsibilidad, además de afecto y placer. Observamos que hay un tiempo de exploración después de una separación pero que rápidamente se instala otro tipo de búsqueda, sobre todo en las mujeres y en las que tenían deseos de maternidad. A su vez, vimos que el mercado, el sistema económico, premia más a las personas que están en pareja que a las solteras. Por ejemplo, el 2×1 de una película en el cine o el acceso al crédito, o pagar un alquiler entre dos personas. Hay algo también económico en el convivir o en el armar una pareja, que es muy funcional al capitalismo. Es más funcional una familia con una heladera llena, que paga los estudios de sus hijos, le compra ropa. Qué más quiere el capitalismo que toda esa circulación de dinero.

Palumbo: La soltería se ve como un estado paréntesis, no como un proyecto vital. Lo puedo hasta traer en términos personales: tengo 37 años, no tengo pareja, no tengo hijos, y recibo una pregunta todo el tiempo sobre eso. Hay un mandato que sigue interactuando. La idea de que “no te quedes solo”, “no estés sola”, deja una sospecha. Las mujeres de entre 35 y 40 años, que quizás quieran tener hijos, en las aplicaciones pasan a ser para los varones un problema.

 

Más allá de los desencuentros y las crisis del amor, las autoras concluyen con una visión optimista: “Lo que se nota es que todo el tiempo las personas están tratando de encontrarse y ya no son tanto las aplicaciones de citas lo que utilizan, sino que se ha vuelto al boliche o a las catas de vino o a ver películas con picada”, señalan. Es decir, hay una apuesta a la presencialidad, lo que interpretan como un fuerte deseo para poder seguir matcheando a pesar de lo azaroso e imprevisible del amor, del placer y del deseo, y tratando de escapar a la exigencia de saberlo y controlarlo todo.