Dennis de Oliveira, intelectual afrobrasileño y referencia clave en el pensamiento crítico contemporáneo, ha dedicado su vida al estudio del racismo estructural y su impacto en las sociedades latinoamericanas. Aborda este fenómeno desde una perspectiva histórico-crítica que desentraña las profundas raíces coloniales de la opresión racial. Profesor de la Universidad de São Paulo (USP) y fundador del Grupo de Investigación en Periodismo y Comunicación en las Periferias (COMUNI), de Oliveira es un incansable activista que articula teoría y praxis para luchar contra las desigualdades y el racismo que siguen marcando el presente de Brasil y el continente. En esta entrevista exclusiva con NEGRX, el autor de “Racismo estructural: una perspectiva histórico-crítica” reflexiona sobre el avance de las ultraderechas en América Latina, el rol de las corporaciones filantrópicas en la perpetuación de sistemas de opresión y la urgencia de un proyecto político que sitúe la justicia racial en el centro del debate. Con una visión de las reparaciones que no se limita a la dimensión económica, de Oliveira sostiene que la lucha antirracista debe ser un horizonte de transformación radical y profunda, una apuesta por un futuro donde la dignidad y la reparación sean pilares fundamentales para construir una sociedad verdaderamente justa.
En su libro habla de una contrarreforma neoliberal en el Brasil actual. ¿Cómo ve el impacto de estas políticas en la perpetuación del racismo estructural en el país?
Esto se remonta a mediados de la década de 1980, cuando los movimientos sociales en Brasil cobraron fuerza en su lucha contra la dictadura militar. Con el retorno de la democracia, la Asamblea Constituyente de 1988 incorporó muchas de sus demandas, como la libertad de expresión y derechos laborales y sociales, creando un cuasi estado de bienestar. Sin embargo, estas conquistas chocaban con los intereses del gran capital transnacional, que buscaba implementar el proyecto neoliberal. Desde entonces, las clases dominantes han presionado para desmantelar los derechos consagrados en la Asamblea. Desde su aprobación, se han realizado tres o cuatro modificaciones que han eliminado varios de esos derechos.
Esto tiene un profundo impacto en la población afrobrasileña. Principalmente porque la población afrobrasileña constituye la mayoría de la clase trabajadora. La población afrobrasileña es la clase trabajadora. La lucha de clases en Brasil comenzó con la esclavitud. Los hombres y mujeres negros fueron traídos a Brasil para trabajar y sus descendientes son trabajadores. Suelen estar mucho más oprimidos que otros trabajadores no negros. Cuando se retiran los derechos de los trabajadores, los trabajadores negros son los más perjudicados. Las reformas aprobadas tras el golpe contra la presidenta Dilma en 2016 prácticamente eliminaron los derechos de los trabajadores, se legalizó el trabajo informal, el trabajo sin derechos. Esto es muy grave para los trabajadores negros, sobre todo porque se legalizó la condición ilegal del trabajo que realizaban.
Luego vino la reforma de la Seguridad Social del gobierno de Bolsonaro, que eliminó los derechos de jubilación de los trabajadores negros porque establecía reglas muy difíciles de obtener. Por ejemplo, la edad mínima de 60 años, que es la edad requerida para tener derecho a las prestaciones de jubilación. En muchos lugares, la expectativa de vida de los afrobrasileños es inferior a 60 años. Esto es muy complicado. Y hoy hay mucha presión porque la Constitución brasileña establece un porcentaje mínimo del presupuesto público para la educación y la salud pública. Y hay presión del gran capital para eliminar esas cantidades mínimas del presupuesto. Y sabemos que esto perjudicará especialmente a los trabajadores negros, que necesitan servicios públicos de salud y educación.
En el libro señaló una transición de las rebeliones contraculturales a la administración de la identidad. ¿Podría explicar cómo ve esta transformación y sus implicaciones para el movimiento antirracista en Brasil?
Las demandas de la contracultura de los años 60, demandas de género, de igualdad racial, las críticas a la moral del capital, se transformaron en comportamientos, simplemente, en tipos de comportamiento y no en exigencias políticas. Hay una despolitización de las demandas contraculturales. El capital cambió muy fuerte en los años 70, 80; pasamos del paradigma del capital fordista, las cadenas de montaje, a la llamada acumulación flexible del toyotismo, que apunta a un paradigma de consumo personalizado, un paradigma de consumo diversificado.
Este modelo de capitalismo incorporó esta diversidad, estos ingresos de la diversidad, pero quitándole su aspecto político, quitándole su aspecto conflictivo y transformándolo meramente en comportamientos. Y esto fue absorbido por el gran capital. El movimiento antirracista muchas veces ha sido colonizado por este tipo de perspectiva político-ideológica y se ha adaptado al capital, perdiendo su perspectiva revolucionaria, su perspectiva anticapitalista. Pienso, entonces, que es necesario rearticular y agrupar las perspectivas revolucionarias del movimiento antirracista para articular la lucha contra el racismo y la lucha contra el capitalismo.
Hablas de los límites del identitarismo posmoderno. ¿Cuáles son esos límites?
En primer lugar, es necesario que no tratemos el concepto de raza como algo esencial, como algo de la naturaleza. El concepto de raza es un concepto construido socialmente. No hay manera de hablar de racismo, de raza, de relaciones raciales, sin hablar del contexto socio histórico y político. Al hablar de relaciones raciales es necesario hablar de colonialismo, de capitalismo, en América Latina y en África. Esto es muy importante. El primer punto es este. No hay forma de hablar de raza sin hablar de relaciones de capital, relaciones laborales y relaciones de clase.
El identitarismo posmoderno transforma la identidad racial como algo separado de las contradicciones sociales, como si ser negro, ser mujer, ser homosexual fueran cosas meramente aparte de las relaciones de clase. Eso no existe. El mismo concepto de raza que tenemos como referencia, blancos, negros, indígenas, por ejemplo, fue un concepto, una clasificación de raza construida por los colonizadores. ¿Qué es blanco? Los blancos son un conjunto de pueblos de Europa que son diferentes entre sí. Sin embargo, estaban unificados por el proyecto de colonización de América. Al igual que los indígenas, los indígenas son los miles de pueblos indígenas de América. Sin embargo, fueron catalogados como indígenas por los colonizadores para masacrarlos, para sacarlos de sus tierras. Como los negros. Los negros son cientos de miles de pueblos en África, a quienes se les llamó negros para ser esclavizados. Esta es una propuesta de clasificación por parte de los colonizadores.
Ser negro o indígena en América Latina es producto de un proyecto de colonización, un proyecto de capitalismo, de opresión. Esto es muy importante y lo tenemos como referencia. Estas son clasificaciones raciales construidas a partir de esto. En este sentido, no hay forma de hablar de identidad racial sin considerar este aspecto histórico. Es un proyecto políticamente construido. Ser negro o indígena significa estar en una situación de clase oprimida en América Latina, entre pueblos masacrados por la colonización. Es necesario articular la lucha antiimperialista, la lucha anticapitalista con la lucha antirracista.
Hablas de la exclusión racial de la esfera público-política. ¿Podrías dar un ejemplo concreto de cómo se manifiesta la exclusión racial en la política brasileña actual?
Es muy fácil percibir esto. Por ejemplo, vemos que los representantes de los poderes de la democracia brasileña son hombres blancos. A pesar de que la composición poblacional es de un 58% de afrobrasileños. El porcentaje de participación de negros en la cámara de diputados en la asamblea nacional, y en el poder judicial es muy pequeña, no llega ni al 12%. Hemos avanzado mucho, pero hay mucha resistencia, incluso en los partidos de izquierda. Ahora bien, ¿por qué es esto? Porque la democracia burguesa es precisamente una democracia parcial. Es una democracia que no garantiza la representación de las clases trabajadoras.
Como los hombres y mujeres negros son de clase trabajadora, está claro que su participación en el poder es muy pequeña. Entonces, la exclusión de la esfera pública, la exclusión racial, se produce precisamente por eso. Pero en Brasil hay una particularidad muy importante. Porque Brasil es un país en el que, desde los años 1930, existe un fuerte mito de democracia racial. Que en Brasil no hay racismo, que en Brasil hay una convivencia armoniosa entre blancos y negros. Esto comienza con el pensamiento de Gilberto Freire, y ha contaminado mucho al pensamiento político general.
La democracia racial es una política de Estado, es una ideología nacional. En realidad, es muy diferente, por ejemplo, del tipo de racismo que ocurre en Estados Unidos. Sucedió allí hasta mediados de siglo XX que había una política oficial de segregación. En Brasil hay una política racial, pero una política de convivencia entre razas. Lo que el pensador brasileño Darcy Ribeiro llama “tolerancia opresiva”: tolera a este otro, pero tolera para oprimirlo. Es muy diferente al tipo de racismo que ocurre en Estados Unidos y esto muchas veces complica las formas, los modelos y las estrategias que deben implementarse para combatirlo. En Brasil esto es algo muy serio, porque hay una gran presencia en el movimiento negro brasileño de idearios que vienen de Estados Unidos. Las experiencias de los movimientos negros de Estados Unidos en Brasil tienen un fuerte impacto. En primer lugar, como Estados Unidos es un país imperialista, todas las ideas culturales llegan a Brasil con gran fuerza. Y, en segundo lugar, porque hay muchos líderes afrobrasileños e intelectuales afrobrasileños que estudiaron en Estados Unidos y están muy encantados con la perspectiva de Estados Unidos.
Por eso tenemos que pensar en una estrategia para combatir el racismo basada en las experiencias de América Latina, el Caribe y África, porque Brasil es un país latinoamericano, es un país del sur global, es un país que está en un lugar subalterno de nuestro sistema-mundo capitalista. Y también hay particularidades muy fuertes.
¿Cómo evalúa la relación entre el movimiento negro en Brasil y lo que llama neoliberalismo progresista? ¿Cuáles son los riesgos y beneficios de esta relación?
El movimiento negro en los años 70 creó una organización importante llamada Movimiento Negro Unificado (MNU) contra la Discriminación Racial. Este movimiento fue muy importante porque colocó al movimiento negro como un sujeto colectivo importante en la lucha por la democratización de Brasil y la lucha contra la dictadura militar. El MNU argumentó que era necesario, en la transición a la democracia, cambiar el aparato institucional de seguridad pública, porque la perspectiva política del aparato de seguridad pública era una perspectiva de represión brutal.
Incluso con democracia, esta tecnología de represión brutal se volvería contra la población negra de las periferias de Brasil. Esto sucede aún hoy. En Brasil, en democracia, cada 21 minutos la policía mata a un joven brasileño negro. Esto es muy serio. El MNU lo señaló en 1980, diciendo que los presos comunes eran también presos políticos, que eran presos del sistema capitalista. Esto es muy interesante. Pero la democracia no incorporó esta demanda del MNU, esto no está incluido en la agenda de la democracia. En los años 90, por ejemplo, tuvo lugar en Brasil un evento importante, el primer encuentro nacional de organizaciones negras brasileñas. Este encuentro reunió a más de 500 delegados de 250 organizaciones negras. Como conclusión del encuentro se aprobó un documento que decía que el neoliberalismo es la intensificación del racismo.
El racismo se superará con el fin del neoliberalismo y el capitalismo. Esta era una perspectiva política muy importante en los 90, pero con el avance del neoliberalismo, lo que ocurrió fue la cooptación de muchas organizaciones negras, y algunos líderes adoptaron una perspectiva conservadora liberal. Hay muchas organizaciones no gubernamentales brasileñas negras que son financiadas por la Fundación Ford, la Fundación MacArthur, la Open Society, fundaciones del capital estadounidense especulativo, que luego piensan en la discusión sobre el racismo bastante disociadas del debate sobre el capitalismo.
La culminación de esta confrontación ideológica fue la Conferencia de Durban, en 2001. Un poco antes de esto, en 1995, tuvo lugar la Marcha de los 300 años de Zumbi en Brasilia. El movimiento negro brasileño entrega al presidente de la República Brasileña, Fernando Henrique Cardoso, un documento de reivindicaciones. El presidente, que tenía un proyecto neoliberal progresista, recibe la carta y nombra un grupo de trabajo para pensar respuestas a estas demandas del movimiento negro brasileño. A partir de ahí, creó un campo de diálogo entre el gobierno neoliberal brasileño y el movimiento negro en la preparación de la Conferencia de Durban. Muchas organizaciones revolucionarias negras participaron en la Conferencia de Durban, participaron en los proyectos, en las etapas preparatorias. Incluso yo estuve en el Foro de Movimiento Sociales en Quito, en el año 2000, di la conferencia inaugural de ese foro y en ese momento, presenté la tesis del racismo estructural como proyecto de capitalismo.
En ese momento, presenté la idea de que había tres perspectivas políticas para enfrentar el racismo en el sistema mundial capitalista. La primera es el avance de la extrema derecha, el fascismo nazi, el exterminio puro y duro, el exterminio de los pueblos negros e indígenas. El segundo es la ruptura con este proyecto capitalista, un proyecto revolucionario. Pero hay un tercero, que llamé Administraciones de las Tensiones Sociales, que es un proyecto que vino del Banco Mundial. El Banco Mundial participó en todas las etapas preparatorias de la Conferencia de Durban. En aquel momento estaba presidido por James Wolfson, un economista australiano, que hablaba mucho de pobreza y desigualdad pero defendía políticas sociales focalizadas, políticas sociales compensatorias, como forma de mitigar las consecuencias de la política económica. Ese era el remedio fiscal. Ese era el proyecto. Así, el Banco Mundial incentivó mucho la financiación para ONG, con proyectos específicos, junto con pequeñas comunidades, pero no defendió la financiación para proyectos estatales amplios, diciendo que los Estados son corruptos.
La Conferencia de Durban nos abrió un espacio, una llave, para cuestionar al imperialismo. Y las organizaciones más de izquierda que participaron en la Conferencia de Durban argumentaron que las reparaciones, por ejemplo en los países africanos, deberían ser con la cancelación de la deuda externa, porque estos países fueron saqueados por los imperialistas. Los palestinos también calificaron la situación palestina como un nuevo holocausto. Esto fue rechazado por el Estado de Israel. Esto creó una crisis importante en la Conferencia de Durban. Estados Unidos e Israel se retiraron. Los países europeos tampoco estuvieron de acuerdo con estas propuestas de los países africanos y caribeños.
Domenico Losurdo, un intelectual marxista italiano, dijo que la Conferencia de Durban fue la primera Conferencia de la ONU en la que el imperialismo estuvo en el banquillo. Señaló al imperialismo como la causa de los problemas del racismo. Y fue muy explícito. Por eso la Conferencia de Durban es la Conferencia de la ONU que tiene menos visibilidad, porque este debate fue muy intenso. Pero las organizaciones brasileñas, por ejemplo, que fueron financiadas por fundaciones norteamericanas, no estuvieron de acuerdo con esas demandas. Sólo invirtieron en compromisos brasileños para aplicar políticas de acción afirmativa en Brasil. Fueron sólo eso. Considero y pienso que las acciones afirmativas son muy importantes. Las cuotas en las universidades, las acciones afirmativas en la educación, los cambios en las leyes que abordan el racismo, la construcción de políticas públicas para las y los negros, etc. Todo es muy importante. Pero tenemos que profundizar más en las estructuras, porque de poco sirve tener cuotas raciales en las universidades públicas mientras hombres y mujeres negros son asesinados por la policía, mientras hombres y mujeres negros están desempleados, mientras que los hombres y mujeres negros no tienen trabajos calificados. Tenemos que señalar esto.
Las estructuras del racismo no se enfrentan únicamente a políticas de acción afirmativa. Y centrarse solo en eso es una desviación y una derrota con componentes ideológicos, por lo que estas entidades que son financiadas por fundaciones extranjeras limitan sus actitudes políticas a la defensa de acciones afirmativas y no se involucran en una discusión antiimperialista, en un cuestionamiento de los modelos de capitalismo mundial.
Dado el surgimiento o resurgimiento de movimientos de ultraderecha en América Latina, ¿cómo cree que estas fuerzas políticas están reforzando o reconfigurando la dinámica del racismo estructural?
Creo que están reforzando la dinámica. Y también creo que hay un error en la izquierda en Brasil, porque confía demasiado en las instituciones, en una solución institucional. Esto es muy peligroso porque el Estado brasileño es un Estado estructuralmente racista, es un Estado burgués capitalista dependiente. Pero la izquierda brasileña, últimamente, ha estado mucho más preocupada por asegurar espacios institucionales que por enfrentar a esta extrema derecha. La extrema derecha es una reserva institucional para que el capital burgués sea utilizado si es necesario. Creo que hay un error en la izquierda brasileña al decir que hay sectores del capitalismo brasileño que son democráticos, liberales y antirracistas. Eso es mentira. Entonces, creo que para enfrentar el racismo necesitamos girar hacia la izquierda.
¿Estás trabajando en algún proyecto nuevo?
Estoy escribiendo un libro, creo que debería publicarse en 2025, llamado “Acción directa del capital”, para la editorial Dandara. Me interesa el concepto porque la acción directa es una táctica anarquista para un proceso de lucha que golpea a las instituciones burguesas con el fin de lograr un cambio más profundo en la sociedad. Y creo que el gran capital transnacional utiliza la acción directa para limitar los mínimos institucionales de los Estados del sur global para imponer sus condiciones. Por ejemplo, cuando tenemos plataformas como Uber, iFood, estas plataformas han establecido en Brasil y en otros países, un tipo de trabajo precario que no estaba disponible. Impusieron este tipo de trabajo. Entonces, ¿qué pasó? Las instituciones brasileñas tuvieron que regular el trabajo que ya existía. Esto es muy interesante, el capital lo impone. Así como con los transgénicos. En Brasil no existía ninguna regulación sobre el uso de los transgénicos pero llegó Monsanto y la implementó. Punto. El capital rentista, lo mismo, circula, impone, etc. Y ahora, más recientemente, tenemos estas plataformas, las Big Techs, Twitter, Google, que están imponiendo tecnologías de la información y la comunicación para las que no existe regulación.
Esto es muy peligroso, porque estamos viendo un gobierno mundial, un sistema mundial regido por grandes corporaciones transnacionales, sin ningún tipo de control. Esto es muy peligroso para las democracias, para las sociedades. Sobre esto es mi nuevo libro. Estoy utilizando un concepto del pensador americano Jordi Dean, llamado Capitalismo Comunicativo. Es una nueva forma de capitalismo que se está organizando a base de teléfonos inteligentes y aparatos que organizan la producción. Esto tiene un profundo impacto en las áreas urbanas, profundo impacto en las estructuras, profundo impacto en las relaciones laborales y las relaciones sociales.
Hoy, por ejemplo, en São Paulo, tenemos un candidato a la alcaldía en São Paulo, que es una persona muy peligrosa llamada Pablo Marçal. Pablo Marçal utiliza muy competentemente las tecnologías de la información y la comunicación e impone los conceptos de economía de la atención, los conceptos de fragmentación del discurso, las redes sociales, en definitiva toda la configuración económica de las redes sociales en la política. ¿Y qué pasa? La velocidad de esta información es tan grande que la justicia brasileña es incapaz de crear estándares normativos. Esto es muy peligroso porque la democracia brasileña está a merced de este tipo de juego.
A propósito de las elecciones de São Paulo de este año. ¿Qué interpretación tiene de lo que está pasando en São Paulo?
São Paulo es la ciudad más grande de Brasil. Acá en São Paulo logramos algo muy importante, que es la unificación de la izquierda detrás de un candidato. Guilherme Boulos es candidato de todos los partidos de izquierda, de los movimientos sociales, de los sindicatos, todos están con Guilherme Boulos. Es muy importante la unidad en esta ciudad. También el apoyo del presidente Lula es muy importante. Y Guilherme Boulos es un exponente de los movimientos sociales. Hay un surgimiento muy grande de personas que han ascendido a través de las estructuras burocráticas de los partidos, no de personas que provienen de movimientos sociales. Pero Boulos es una persona de movimientos sociales, es otro perfil de candidato. Esto es muy importante para la renovación de la izquierda brasileña. Pero también hay una fuerte presencia del bolsonarismo de extrema derecha, que en São Paulo se dividió en dos candidatos. Uno es el actual Alcalde, Ricardo Nunes, que no era originario del bolsonarismo, pero hizo alianza con Bolsonaro. Y el otro es Pablo Marçal, que apareció de repente, un outsider, y es una persona muy competente en este modo de socializar. Hay otro problema, Brasil se enfrenta a una importante crisis económica. Una crisis económica debido a la adopción del modelo neoliberal bajo el gobierno de Lula. El Ministro de Hacienda brasileño, Fernando Haddad, ha implementado una política macroeconómica neoliberal de ajuste del gasto, déficit cero. Esto es muy complicado porque no hay recursos para inversiones públicas en salud y educación. Incluso el propio Fernando Haddad defiende la eliminación de los supuestos mínimos para la educación pública y la salud pública. Hay un desafío muy grande. Hay una cierta capitulación de los partidos obreros de ciertos sectores de izquierda ante este modelo neoliberal, avanzando hacia lo que yo llamo la gestión de las tensiones sociales. Pero también hay sectores importantes que buscan moverse más hacia la izquierda.
De cara a lo que viene, ¿Cuál es la tarea más urgente de la izquierda latinoamericana?
Creo que es necesario que retomemos la inscripción latinoamericana en la izquierda, el movimiento negro, el movimiento social, es muy importante porque América Latina es un continente que, durante un tiempo, en los años 90 y comienzos del 2000, por ejemplo, tuvo experiencias innovadoras en la política mundial. Desde la Revolución Bolivariana en Venezuela, en Bolivia, en Chile, en la izquierda en Brasil, Argentina, Ecuador también. Eso fue muy importante. Tenemos que retomar esta articulación de izquierda latinoamericana. Es necesario solidarizarse con el pueblo venezolano, que sufre el asedio del imperialismo, y también con el pueblo cubano. Necesitamos volver a esta perspectiva internacional y también a la solidaridad de las comunidades africanas. Allí en la región del Sahel hay movimientos muy importantes contra el imperialismo francés. Necesitamos retomar esta solidaridad internacional de los pueblos de América Latina y África.