Dirigido por el dramaturgo Héctor Levy-Daniel, Las esperas es un espectáculo compuesto por dos obras breves de su autoría, unidas por situaciones signadas por el miedo y la indeterminación. En Plataforma, cuatro personas intentan cruzar la frontera de un territorio en guerra y en Limbo, un grupo de docentes encerrado en una escuela comprenderá que ya nada se podrá esperar del tiempo. Con la actuación de Carla Haffar, Cecilia Cósero, Ana Livingston, Gisella Sirera y Julián Felcman, el montaje se ofrece los sábados en el Complejo Teatral Ítaca de Humahuaca al 4000. Ambientados en espacios restringidos, los personajes de una y otra obra no se atreven a tomar ninguna determinación. Si en el primer caso una guardia militar está allí para impedir cualquier desacato, el control se ejerce, en el segundo, desde la ambigüedad: el miedo siempre parece estar por delante de cualquier toma de decisión. Ambas situaciones invitan a reflexionar acerca de las posibles reacciones ante un estado de amenaza: ¿Será mejor esperar dócilmente, optar por el accionar individual o por la respuesta colectiva? Finalmente, surge la pregunta acerca de si es posible tomar decisiones en determinadas circunstancias.
“En mis obras suele haber un tiempo mítico, no realista”, explica Levy-Daniel en la entrevista . En el caso de Plataforma el autor eligió ubicar la acción en un pueblo de frontera porque “parecen tener una geografía y un tiempo propios y hasta sus propias reglas”. La tensión que en ambas obras va en aumento es el producto de lo que el dramaturgo define como “un efecto de acumulación que va creando una intensidad similar a la de los sueños”. En ambas obras hay un efecto coral: ”no hay protagonistas, cada personaje tiene su momento en el que expresan su carga de emociones”, detalla el autor.
-En Plataforma hay un territorio en guerra y, como pasa en las obras de Pinter, ya hay una amenaza instalada.
-Sí, es una obra que puede considerarse dentro de una dramaturgia de la amenaza. Y tiene un desarrollo temporal diferente que también está dado por la guerra civil, un hecho que aparece en otras obras mías.
-¿Por qué es tan recurrente?
-Porque me sirve para hacer una metáfora. Foucault dijo que la política es la continuación de la guerra por otros medios, invirtiendo la frase de Clausewitz. Y esto hoy lo tenemos a simple vista: se les pega a los jubilados, se los hambrea, se le ha declarado la guerra a toda la sociedad.
-¿Cuál fue el punto de partida de Limbo?
-El fin del mundo, el apocalipsis, un tema que me inquietó desde siempre. La escribí durante la pandemia, cuando esa sensación se había vuelto cotidiana. En las dos obras la inclusión de un afuera es muy importante: en Limbo hay un chico que es observado desde la sala de maestros, en Plataforma está el ferry que no llega y la mujer que se ahoga. Estos datos del afuera permiten que la acción se sostenga y pegue giros.
-¿Hay una progresión del miedo entre una y otra obra?
-El miedo está instalado en todos los personajes y los pone en situación de alerta al pensar en cómo cruzar la frontera. Y en Limbo hay una progresiva toma de conciencia sobre lo que les está tocando vivir. Y una aceptada resignación sobre el final de todo. Las obras están puestas en ese orden porque pienso que el fascismo lleva al fin del mundo, a lo peor.
-¿Fue difícil pensar en cómo pasar de una obra a la otra?
-Los cambios de escena y de vestuario se hacen delante del público, como una manera de hablar de la esencia del teatro.
-¿Cuál es esa esencia?
-Para Meyerhold fue la convención y la estilización, dos operaciones que se hacen frente al espectador. Y para Peter Brook, la esencia del teatro está en su poder de crear imágenes: el teatro es un arte que como ningún otro apela a la imaginación del espectador. Y ese rol activo que se le da es lo que le genera placer estético.