Arengó en cada punto, transmitió seguridad cuando las dudas acechaban, se mordió las uñas y de vez en cuando miró hacia el techo del imponente AO Arena cuando en realidad buscaba el cielo, tal vez esperando una señal. Y más: por momentos manejó el ritmo de la hinchada, agitando o pidiéndole silencio a ese coro de 40 argentinos que no paró de alentar a su equipo en Manchester. Así vivió el capitán Guillermo Coria la clasificación de Argentina a las Finales de la Copa Davis en Málaga.
Al cabo de tres series y 9 partidos -6 triunfos y 3 derrotas-, El Mago vivió a pura intensidad y desde el banco los 967 minutos que su equipo pasó en la cancha. Más de una vez contó que desde allí se sienten otros nervios, por no tener el control absoluto de la situación a diferencia de cuando él jugaba. Dieron prueba de ello las imágenes de la transmisión oficial y las de la cámara de la Asociación Argentina de Tenis que acompañan esta nota.
Claro que también hubo indicaciones técnicas y tácticas, charla con los subcapitanes y con los entrenadores particulares de sus jugadores. Dentro y fuera de la cancha. A lo largo de la semana jugaron todos los miembros del equipo: Francisco Cerúndolo y los doblistas Máximo González y Andrés Molteni dijeron presente en cada serie; Tomás Etcheverry ante Gran Bretaña y Finlandia; y Sebastián Báez en el debut frente a Canadá.
El Mago estuvo atento a cada detalle sin importar el resultado. Algunos ejemplos: sufrió con el dobles Vs Canadá pese a que su equipo ya había perdido la serie (siempre consciente de que cada punto podría resultar clave en la cuenta final). Como así también -y de punta a punta- la serie decisiva contra el local, porque una derrota la dejaba sin chances de pensar en Málaga. Y al final, ante Finlandia y cuando las posibilidades de Argentina habían crecido notablemente, su inquietud tampoco mermó porque el 3-0 era el único resultado que le garantizaba sellar la clasificación sin depender de lo que sucediera el último día entre Gran Bretaña y Canadá.
Coria había sentido el golpe del debut. La derrota ante Canadá le sumaba una nueva frustración en instancias decisivas, luego del paso en falso de su equipo en Bolonia 2022 y el cachetazo en Finlandia que lo dejó fuera de las Finales 2023. El capitán y su cuerpo técnico tuvieron más de 48 horas para trabajar en el tenis de sus soldados, pero sobre todo en su capital anímico.
Encabezaron conversaciones profundas con cada uno de ellos, tocaron sus fibras más íntimas y tomaron decisiones que no necesariamente resultaron un cambio en el plan original, porque siempre fue una opción que Báez jugara la primera serie; y Etcheverry, la segunda (y eventualmente la tercera).
El Mago sabía que debía exhortar a Etcheverry a tomar la iniciativa dentro de la cancha aunque ello significara elevar los márgenes de error. Con la espina clavada de Rosario (cayó ante el kazajo Skatov, por entonces N°278 del ranking), el platense comenzó atado su partido contra el experimentado Daniel Evans y, de a poco, fue encontrando la soltura y las sensaciones que le permitieron encarrilar, primero, ese triunfo clave el viernes; y al día siguiente, otro más frente a Eero Vasa. Al final de cada partido, Coria y Retu se fundieron en un emotivo abrazo, síntesis del buen clima que reinó en el equipo nacional.
Con Cerúndolo tiene una historia diferente, iniciada mucho tiempo atrás. Un vínculo que se fue fortaleciendo con el tiempo. Francisco debutó con Coria en el banco y esta ya es su tercera temporada como jugador y líder del equipo argentino. Para el capitán no siempre resultó fácil domar en la cancha al temperamental jugador argentino que esta semana participará de la Laver Cup. Sin embargo, el respeto mutuo siempre estuvo ahí. Y, una vez más, el abrazo al final de cada match ofició de prueba irrefutable.
A pesar de que nunca fue su especialidad, a punto tal que en toda su carrera profesional disputó apenas 35 partidos junto a un compañero de cancha, en el dobles aportó desde lo anímico. Y para las indicaciones estratégicas al binomio González / Molteni se apoyó en los subcapitanes, sobre todo en Martín García. Y el dobles, mucho más determinante bajo este formato que en las series a 5 partidos, aportó dos puntos fundamentales.
Coria había llegado a Manchester señalado por un sector de la prensa, a raíz de la no inclusión del doblista Horacio Zeballos. Para defender su decisión se amparó una y otra vez en el compromiso de los jugadores que siempre le dijeron que sí a cada llamado y no se dejó torcer el brazo.
Dijo en la conferencia de prensa final: “Nos venimos haciendo fuertes como equipo y los chicos más que nadie se merecían un desahogo como el que tuvimos hoy. Nos vamos de este estadio como nos prometimos el primer día, con la frente en alto, mirándonos cada uno a los ojos, sabiendo que lo dimos todo y que esta vez la moneda cayó de nuestro lado. No es casualidad tampoco. Los chicos lo buscaron, se rompieron el alma”.
En la cena de celebración del plantel, entonó con fuerza el hit de la noche: “Y dale Machi y Molto, y dale Machi y Molto…”. Esa fue su otra gran victoria de la semana.
Horas antes, cuando Machi González sacó por última vez y la devolución de Harri Heliovaara picó fuera del rectángulo verde, Coria había levantado -y sostenido por varios segundos- sus brazos en dirección al cielo. El capitán había encontrado, por fin, la señal tan buscada: ya era hora de guiar su barco rumbo a Málaga.