“Yo a mi papá y a mi mamá los amo”, repite Gonzalo el Chino Agostini una y otra vez durante su entrevista con Infobae. A sus 24 años, el hijo de Nazarena Vélez y Daniel Agostini se presenta como un joven sumamente humilde y respetuoso. Reconoce que sus padres, como todos, cometieron errores. Y que a él lo afectaron, sobre todo, durante su infancia. Pero también tiene claro que tanto la actriz como el cantante hicieron todo lo que estuvo a su alcance para darle lo que creían que era lo mejor para él. Así que hoy, que está construyendo su propia carrera en el mundo de la música tropical, trata de dejar atrás los conflictos para enfocarse de lleno en su trabajo.
—Viene de brindar un show con su padre…
—Sí, compartí escenario con mi viejo por primera vez en Berlín Cervecería el 8 de septiembre y nos fue bárbaro, así que estoy muy contento por esta experiencia.
—¿Él es muy crítico con usted, profesionalmente hablando?
—Súper. Es muy heavy.
—¿Qué significa eso?
—Que es muy estricto. Hace 30 años que se dedica a lo mismo que yo y es un tipo muy riguroso a la hora de trabajar. Él me enseñó un régimen con el tema del canto. Y es mi coach de voz cuando vamos a grabar. Así que está muy pendiente de todo.
—¿A usted lo atrae la misma música que hace su padre?
—En realidad, lo que a mí me gusta es lo melódico y lo más clásico. He escuchado de todo: desde Frank Sinatra a Cristian Castro o Luis Miguel. ¡Hasta a Ricardo Arjona lo tengo en mi lista porque me encantan sus composiciones! Y me fascina la voz de Ricardo Montaner. Todo lo que venga del género melódico, por el estilo en el que estoy incursionando me interesa.
—¿Qué pasa con los nuevos ritmos? Porque usted empezó con el género urbano…
—Al trap y ese tipo de música, últimamente, le perdí el gusto. Por ahí escucho algo por arriba para chusmear qué onda en esos ámbitos, pero hoy me fijo más en lo melódico.
—Se lo pregunto por una cuestión de edad, aunque hay muchos jóvenes que hoy se interesan por referentes de otras épocas…
—Claro. Pero mi viejo, por ejemplo, escuchaba mucha música clásica en inglés por el tema de las voces. ¡No entendía nada de lo que decían! Pero le gustaba analizar cuestiones de afinación y vibrato. Y se enganchaba mucho con eso. Hoy también lo podés sorprender escuchando a Christian Nodal o Ricky Martin. Porque lo que quiere es descubrir los detalles. Tiene un oído privilegiado. Yo también hago reggaetón: el último tema que grabé con La Roca Callejera es uno viejo del 2007, que se llama Tocarte toda y está creado por Big Yamo. Pero, básicamente, me gusta todo lo que tenga una composición linda.
—¿Escribe sus propios temas también?
—Sí, claro. Compongo temas románticos. A full.
—¿Dedicados a alguien en especial?
—No, a nadie. Están dedicados a todos mis oyentes.
—¿Pero son autorreferenciales o cuentan historias inventadas?
—En general son vivencias mezcladas con cosas que se me ocurren después. Depende. Me inspiro cuando me rompen el corazón.
—¿Y se lo rompen mucho?
—Sí, la verdad que sí. Me viven rompiendo el corazón.
—¿Está en pareja en la actualidad?
— Ahora estoy solo. Hace como dos años que me separé. Pero la verdad es que estoy bastante tranquilo, así que pienso seguir soltero por un buen tiempo.
—En general los artistas suelen ser bastante sensibles…
—¡Olvidate! No zafa uno.
—Tener un apellido famoso puede servir para abrir algunas puertas, pero también puede ponerlo en la situación de tener que demostrar que no ocupa un lugar solo por “ser hijo de”… ¿Qué pasa en su caso?
—La verdad es que, dentro del género en el que yo estaba antes, se me han cerrado puertas porque me han prejuzgado. Decían que estaba “acomodado”. Y ese fue uno de los motivos por el cual empecé a hacer cumbia. Pero, en este ambiente de la movida, me han recibido de una manera espectacular, siempre con los brazos abiertos. Y, en la juntada con otros músicos muy grosos, veo mucha humildad. No sentí ese recelo y esa envidia que sí notaba en el ámbito urbano. Puede haber algo, quizá, pero mucho menos. Porque es más como una familia.
— Hablando de familia, ¿cómo fue su infancia teniendo a dos padres tan conocidos?
—En el colegio era raro. Podía contar a mis amigos con los dedos de una mano. Siempre me moví con un grupo chiquitito, porque no era un pibe muy popular. Mejor dicho, era un chico retraído, tímido, que andaba siempre encerrado en su burbuja…Por contarte algo, me dormía en clase porque, como mis papás laburaban todo el día y llegaban muy tarde a mi casa, yo aprovechaba las madrugadas para poder verlos un rato y estar con ellos. Así que después estaba todo el día cayéndome de sueño y no aprendía nada.
—Entiendo: Daniel daba recitales y Nazarena hacía teatro, así que sus horarios no eran los “normales” de otros padres…
—Exacto. Mi papá salía de gira, así que casi nunca estaba. Y mi mamá hacía revista y daba show eróticos en ese momento. ¡Imaginate! Estaban siempre o-cu-pa-dos.
—¿Y a usted quién lo cuidaba?
—Me crió una empleada doméstica, Norma Gómez, a la que aprovecho a mandarle un saludo.
—Pero eso no evitaba que sintiera la ausencia física de sus padres, ¿verdad?
—Claro. Por eso digo que, cuando era pibe, vivía como adentro de una burbuja. Ojo: cuando estaba con mis papás, los momentos eran increíbles. Yo los amo con toda mi alma a mis viejos a pesar de que se la pasaran laburando. Porque lo hacían para poder mantener el estándar de vida que tenían. Pero yo sufría de ansiedad. Sufro de ansiedad, constantemente. Y eso me afectaba.
—¿Qué edad tenía usted cuando ellos se separaron?
—Fue en el 2006, así que tenía unos 6 años. Esa fue la época de la tormenta, de las peleas, de Intrusos…
— A cualquier hijo lo puede perturbar la separación de sus padres, pero en su caso se le sumó el condimento del escándalo mediático. ¿Cómo lo vivió?
— Yo trataba de que mi infancia fuera lo más normal posible. Pero era complicado. Porque en todos los televisores de la Argentina estaban hablando de eso. Y era inevitable verlo.
—¿Pero llegaba a racionalizarlo?
— No. Por suerte era chico y no entendía nada. Así que vivía en mi mundo de Play y DVDs. Y, con todo lo que te conté, igual era un pibe bastante feliz.
—¿Usted se quedó viviendo con su mamá?
—Sí. La tenencia siempre la tuvo mi vieja.
—¿Y en qué momento decidió mudarse con su padre?
— A los 14 años. Ella seguía con la tenencia. Pero, por decisión propia, me fui a vivir con mi viejo.
—¿Nazarena aceptó su decisión?
— No, yo me fui de arrebatado.
— ¿Se escapó?
— Digamos que un día, después del colegio, mi papá me fue a buscar y me quedé con él.
—¿Por qué usted prefería vivir con Daniel?
— Porque yo lo amo con toda mi alma y quería vivir con él. ¿Qué decirte? Sentía más afinidad con mi viejo.
— ¿Pero había algún problema puntual con Nazarena?
— ¡No! Ningún problema. Pero yo quería estar con mi papá. Son cosas que no tienen explicación. No es porque no ame a mi vieja ni nada de eso. Pero me sentía más cómodo con mi viejo.
— ¿Cómo lo tomó su madre?
—Justamente, no lo tomó bien y eso fue lo que detonó todo… Pero insisto: yo a mi vieja la amo con toda mi alma.
— Eso no está en discusión, pero entiendo que una madre se puede sentir dolida frente a esta situación.
— Ella no hizo nada mal. Quizá fue por la afinidad que tengo con mi viejo en otras cosas. En un tiempo vivimos solitos en un departamento, porque después de la separación él quedó arruinado económicamente y tuvo que empezar de cero. Pero se levantó, empezó con la casa y pudo repuntar como loco. Porque mi papá toda su vida laburó muchísimo.
— Su mamá también: el “lo hago por mis hijos” era literal…
— Sí, mi vieja es una grosa. Y, justamente, todo lo hizo por nosotros. Pero bueno, era complicado verlos en mi infancia. Más de grandes, se acomodó el asunto.
— Más o menos: cada tanto aparece un nuevo conflicto.
— Es verdad, estamos a full igual.
— Usted tiene dos hermanos por parte de madre y dos por parte de padre, ¿cómo es su relación con ellos?
—Re buena. Con Santino y con Camila (hijos de Agostini y Laura Benegas) es un amor terrible. Tienen 15 y 11 años, son unos niños todavía. Mi hermana Bárbara (hija de Vélez y Alejandro Pucheta) ya es un mujerón. La tengo tatuada en el cuello. Ella es la mayor y tenemos peleas de hermanos todo el tiempo, pero enseguida nos reconciliamos. Así que guardamos muchas anécdotas divertidas juntos. Yo siento que me he equivocado mucho con ella, pero Barbie siempre fue incondicional conmigo y yo la amo con la vida. Y Titi (hijo de Nazarena y Fabián Rodríguez) es lo mejor que hay. Yo siento que cumplo un rol muy importante en su vida al igual que Santiago Caamaño, la actual pareja de mi mamá, por la situación que pasó el pobrecito.
—Habla del suicidio de su padre…
—Claro. Así que es otro pilar de mi vida. Creo que Thiago me da fuerzas todos los días.
—¿Hace o hizo terapia en algún momento de su vida?
— De chico sí, muy poco. Pero ahora no.
—¿Y con quién conversa sobre todas estas cuestiones?
—Con mi representante…(Leandro Colombo).
— Dijo que tenía problemas de ansiedad…
— Hay veces que me agarra. Y hay noches en las que no puedo dormir. Pero creo que es parte también de la juventud, que hace que vivamos acelerados y tengamos que estar todo el tiempo haciendo cosas. Más que nada es por eso. Ahora estoy por salir con mi banda de gira por Perú y el norte de Argentina. Así que se vienen bastantes cositas, gracias a Dios. Por lo demás, soy un tipo tranquilo, ameno, cariñoso con todo el mundo y amistoso. Tengo una vibra alta. Así que vengo bastante bien. Y repito: amo a mis viejos con toda mi alma.