Violencias sexuales y salud mental Las histéricas de Freud no mentían

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La incorporación del enfoque de géneros y diversidad y las afectaciones por motivos de discriminación y violencia sufridas por mujeres y diversidades internadas en centros de salud mental, en particular violencias sexuales, es aún materia en proceso en el campo de la salud mental.

En la provincia de Buenos Aires, en el marco de una transformación institucional que comenzó en 2019 e incluye el trabajo en los cuatro hospitales públicos monovalentes, se vienen generando espacios de escucha y de formación sobre el reconocimiento de los derechos sexuales, reproductivos y no reproductivos en hospitales psiquiátricos. En este proceso se ha revelado para nosotras que los antecedentes de violencias por motivos de género ocurridos previamente a la internación, en particular violencias sexuales, pudieron ser nombrados y delimitados como parte de los antecedentes de los padecimientos mentales que determinaron las crisis y la necesidad de esas internaciones.

La gran mayoría de las mujeres y diversidades internadas habían sufrido alguna forma de violencia sexual previamente a su internación. De hecho, desde los distintos saberes disciplinares se sostiene que la exposición a violencias por motivos de género (fundamentalmente a la violencia sexual) es de alta prevalencia en las afecciones que motivan los tratamientos en salud mental. Y también que este tipo de violencias resultan determinantes de los padecimientos mentales y desencadenantes de momentos de reagudización sintomática. Sin embargo, quienes allí trabajan consideran que aún no cuentan con suficientes herramientas, dispositivos y articulaciones interinstitucionales para poder abordar en toda su complejidad las situaciones de discriminación y violencia por motivos de género por las que ha tenido que atravesar este colectivo. Llama entonces la atención la vinculación establecida entre violencias sexuales y padecimiento mental y la escasísima “caja de herramientas” que haría posible una intervención efectiva, de carácter preventivo y hasta de promoción de la salud en este terreno.

Según datos de la OMS, 1 de cada 5 mujeres y 1 de cada 13 hombres adultos declararon haber sufrido abusos sexuales en la infancia. En este sentido, estudios realizados en otros lugares del mundo con mujeres y diversidades diagnosticadas con trastornos mentales severos, como por ejemplo Colombia, Estados Unidos o India, destacan que la violencia sexual es un problema de salud pública y que haber atravesado situaciones de violencia sexual tiene una incidencia alta en el desarrollo trastornos mentales graves, correlación que sería superior al 20 por ciento de los casos. Las OMS también señala que una de cada cuatro personas en el mundo padece algún tipo de trastorno mental. Cuál es la incidencia de las violencias y de las violencias sexuales en el modo en que como sociedad producimos padecimientos mentales.

Hablar de género y salud mental en algún momento significó, para los diversos colectivos que estábamos trabajando a favor de la aprobación de la Ley Nacional de Salud Mental, entre los años 2007 y 2010, poner el foco en los derechos sexuales, reproductivos y no reproductivos de las mujeres y diversidades internadas en centros de salud mental. Hablar del derecho a que nosotras, nosotres, de manera inclusiva: quienes habían tenido que pasar por una internación por motivos de salud mental, quienes convivían con un diagnóstico en salud mental y quienes no, tuviéramos el mismo derecho a ver crecer a nuestres hijes, a tomar nuestras propias decisiones sobre nuestros cuerpos o sobre el ejercicio de nuestra sexualidad…

Sin embargo, pese a que la Ley 26485 de Protección Integral, para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres había sido aprobada en 2009, no nombrábamos en ese momento estas situaciones como violencias por motivos de género. Y ello pese a que esta Ley menciona e identifica expresamente la violencia sexual, la violencia simbólica, la violencia institucional, la violencia obstétrica. Podemos decir que en 2010 la perspectiva de género aún no era suficientemente visible para muchas de las personas que formábamos parte del Movimiento de DDHH y Salud Mental.

Contemporáneamente, el movimiento de mujeres, feminismos y diversidades, producto de sus luchas y recorridos, ha logrado instalar en la agenda pública la necesidad de garantizar los cuidados, la asistencia y el acompañamiento integral de las mujeres y diversidades que atravesaban situaciones de violencias por motivos de género. Lo que incluía un abanico de dispositivos de asistencia y recursos (Líneas de atención telefónica las 24 horas, centros de atención de permanencia voluntaria, dispositivos de guardia de primeras horas, programas de ayuda económica para promover el acceso a vivienda y el trabajo), que no recurrían a la institucionalización y la segregación y respetaban en todo momento la voluntad de la persona. Agenda que en el campo da la salud mental aún hoy está en proceso de implementación, con diferentes grados de avance en cada jurisdicción.

En este sentido queremos subrayar el importante proceso que se está llevando a cabo en la provincia de Buenos Aires a partir de la creación del Programa Buenos Aires Libre de Manicomios, que retoma una larga historia de experiencias con base en el enfoque de derechos humanos en salud mental y la promoción de la inclusión social de las personas con padecimiento mental, como la del PREA (Programa de Rehabilitación y Externación Asistida), que existe a nivel provincial desde 1999. Estos planes buscan avanzar hacia un sistema con arraigo en la comunidad e incluyen componentes tanto sanitarios –de atención para las personas con padecimiento mental– como no sanitarios –espacios laborales, culturales, deportivos, de educación y capacitación y de memoria-, propios de la promoción de la salud y generando ámbitos de inclusión social.

Asimismo, recientemente la Subsecretaría de Salud Mental, Consumos Problemáticos y Violencias en el Ámbito de la Salud Pública de la Provincia de Buenos Aires a través de su Dirección Provincial de Políticas Sanitarias de Cuidado para la erradicación de las violencias ha formalizado la inclusión del registro de situaciones de violencias por razones de género y contra niños/as y adolescentes en las Historias de Salud Integradas. Lo que constituye un avance histórico en lo que hace a hacer visibles las historias de violencias como un problema de salud pública.

Queremos llamar la atención sobre estos hallazgos que vinculan el padecimiento mental con las experiencias de violencia sexual y abrir algunas preguntas que nos surgen en este trayecto de reconocimiento: ¿Qué hubiera sucedido si como parte de las evaluaciones para decidir las estrategias y posibles internaciones, se hubieran incorporado estos antecedentes? ¿Qué alternativas de vida podríamos ofrecer a estas mujeres y diversidades si consideráramos como parte de nuestra caja de herramientas, además de los recursos a los que “tradicionalmente” apelamos para planificar nuestras intervenciones desde el campo de la salud mental, aquellos que hoy forman parte de los recursos y dispositivos institucionales, nacionales, provinciales y locales, en materia de violencias sexuales que ofrecen los organismos estatales? Estamos todavía a tiempo de hacerlo.

Tal vez, en clave de continuar genealogizando las locuras que como sociedad producimos, en lugar de decir “loca como tu madre” podríamos comenzar a decir “violentada como tu madre”… por lo menos en un importante porcentaje de las situaciones. O también, considerar que las histéricas a las que Freud escuchaba en 1896 y a partir de cuyos relatos elaboró su teoría del desarrollo psicosexual no mentían, por lo menos 1 de cada 5.

Roxana Amendolaro es psicóloga (UBA). Especialista en Políticas Públicas y Justicia de Género (Clacso). Doctoranda en el Doctorado en Salud Mental Comunitaria de la UNLA. Coordinadora de Fortalecimiento Institucional de la Subsecretaría de Salud Mental, Consumos Problemáticos y Violencias en el Ámbito de la Salud Pública de la Provincia de Buenos Aires, integrante del Área de Capacitación del Hospital Esteves. Docente e investigadora.

Nadia Percovich es psicóloga (UBA). Maestranda en Salud Pública (UNR). Asistente Técnica Profesional de la Dirección del Hospital Esteves. Docente e investigadora UNAJ.

Carmen Cáceres es psicóloga. Cursó la Maestría en Salud Mental Comunitaria (UNLA). Coordinadora de Capacitación en el PREA del Hospital Esteves. Integrante del Consejo Consultivo Honorario en Salud Mental y Adicciones en representación de ADESAM. Integrante del Proyecto Suma.